Y no con palabras abrazamos a nuestros compañeros y
compañeras zapatistas, ateos y creyentes,
a los que de noche se cargaron a la espalda la mochila y la historia,
a los que tomaron con las manos el relámpago y el trueno,
a los que se calzaron las botas sin futuro,
a los que se cubrieron el rostro y el nombre,
a los que, sin esperar nada a cambio, en la larga noche murieron
para que otros, todos, todas, en una mañana por venir aún,
puedan ver el día como hay que hacerlo,
es decir, de frente, de pie y con la mirada y el corazón erguidos.
Para ellos ni biografías ni museos.
Para ellos nuestra memoria y rebeldía.
Para ellos nuestro grito:
¡Libertad! ¡Libertad! ¡LIBERTAD!
Vale. Salud y que nuestros pasos sean tan grandes como nuestros muertos.
El SupMarcos.