Cristina Gil
¿Feministas o porristas?
Hace pocos días, con motivo de la conmemoración del Día Internacional contra la
Violencia de Género, el Ministerio del Poder Popular para la Mujer y la
Igualdad de Género organizó un concierto cuyo público se estimó
mayoritariamente femenino. En la reseña publicada por el diario Ciudad
Caracaspuede leerse: “El tercer invitado a la fiesta fue Hany Kauam quien
levantó suspiros de las presentes. (…) Para concluir el evento, se subieron al
escenario Servando y Florentino arropados por una ola de vítores y gritos de
amor de sus fanes (sic) enamoradas”. Mientras en otros países de Latinoamérica,
el 25 de noviembre es fecha propicia para elevar las banderas de la lucha
feminista, en la Venezuela “revolucionaria”, lo que sugiere la propaganda
gubernamental de MinMujer es hacer “tremenda fiesta en la Diego Ibarra” y
seguir enajenando muchachitas con canciones “de amor”, pues no hay razón alguna
que nos conmine a la lucha. Conténtense las mujeres venezolanas con las
cancioncitas, los piropos, la cajita de chocolates y el ramito de flores: el
socialismo feminista ya está dado. Fue -¿quién se atrevería a dudarlo?- parte
del legado que nos dejó “nuestro amado Comandante Supremo”.
Desde instancias como el Ministerio para la Mujer y la Igualdad de Género, se
asegura que “el gobierno bolivariano creó una nueva institucionalidad y un
cuerpo legal para protegerlas [a las mujeres] de la discriminación, la pobreza
y la violencia.” De la población LGBT nada dice este ministerio, pues “esos
asuntos son muy complicados y además suponen un peso adicional a la difícil
carga que portan las mujeres heterosexuales en nuestro país”. Así lo sugeriría
María León, durante su gestión al frente de este ministerio, ante quienes le
reclamaran mayor atención a los asuntos de la sexo-género-diversidad. Ante
semejante aseveración una se atrevería a preguntarse cuál es esa nueva
institucionalidad de la que tanto alarde hacen desde el gobierno y cuál es ese
cuerpo legal que se supone existe, pues cualquiera que mire a su alrededor
podrá aún ser testigo de la discriminación, de la pobreza y la violencia, todas
expresiones de las cuales continúan siendo víctimas las mujeres venezolanas.
¿Será que esa nueva institucionalidad se reduce a un ministerio capaz de
conmemorar el 25 de noviembre con conciertos para “fanáticas enamoradas” y
muchachitas sumidas en “gritos de amor” y suspiros? ¿Será que esa nueva
institucionalidad se reduce a un ministerio incapaz de cuestionar los roles de
género, un ministerio que concibe a la mujer como una madre, paridora, cocinera
y cuidadora? ¿Será que esa nueva institucionalidad se reduce a un ministerio
capaz de imponer a espaldas de los poderes creadores del pueblo un Plan como el
Mamá Rosa, documento por demás insulso que perpetúa el culto patriarcal a Hugo
Chávez bajo la excusa de su abuela campesina? Un cuerpo legal, dicen… ¿Se
referirán a la Ley Orgánica sobre el Derecho de las Mujeres a una Vida Libre de
Violencia? ¿Ese papel con el que todas las instituciones de justicia se limpian
los muros, ninguneando a la mayoría de las mujeres que lo elevan en un intento
por defenderse de la realidad que las oprime? ¿Será que se refieren a esa letra
muerta incapaz de ajustarse plenamente al contexto social que nos arropa y
garantizar a las mujeres verdadera educación sexual, anticonceptivos gratuitos
y el derecho al aborto seguro y gratuito cuando ellas lo decidan? Tal parece
que hablar de feminismo, para el Ministerio que preside hoy Andreína Tarazón
(cuyo nombramiento al frente de esa instancia gubernamental resultó además
injustificado, pues se trata de una joven que jamás se ha caracterizado por
estar vinculada a la lucha de las mujeres trabajadoras), se reduce a formular
un cúmulo de alabanzas para el hombre que siendo presidente se aventuró a
decirse feminista mientras sepultaba tales pretensiones con cheques otorgados a
las misses que construye el monstruo Osmel Sousa y promocionan y patentizan los
Cisneros.
Los límites del feminismo burgués del Psuv
Según las funcionarias del Ministerio para la Mujer, Hugo Chávez “siempre utilizó
un lenguaje no sexista en sus alocuciones, promovió la incorporación de la
mujer a la Fuerza Armada, propiciando su ascenso a los más altos niveles
jerárquicos.” Esta aseveración puede leerse desde la web de la institución de
gobierno. Una no puede dejar de preguntarse: ¿qué entenderán desde dicha
institución por lenguaje no sexista? Porque la verdad, la mayoría de la
población no puede olvidar la voz de Hugo Chávez sugiriendo a su entonces
esposa que se preparara porque aquella noche le daba lo suyo. Y
particularmente, aún me cuesta olvidar a aquel hombre dirigiéndose a un
campesino del modo: “¡Manda a ligar a esa mujer!” Las palabras de Hugo Chávez,
dirigidas al campesino ante el grávido cuerpo de la mujer que avergonzada
miraba el suelo, jamás podrán permitirme asegurar que aquel hombre fue alguna
vez un convencido feminista. Sin embargo, estos eventos parecen no hacer mella
en las representaciones que del “eterno líder” se han hecho quienes hoy hacen
vida en las instituciones del estado. Las funcionarias y los funcionarios del
Ministerio para la Mujer se contentan con el mero hecho de que una mujer hoy
asuma un puesto de poder en una institución inherentemente patriarcal como las
fuerzas armadas, o que algunas mujeres pobres hoy sean beneficiarias de becas
gubernamentales para paliar sus carencias y seguir asumiendo en silencio el rol
de doblemente explotadas que le asigna el sistema capitalista que sostiene el
Estado burgués venezolano.
En un excelente artículo titulado “El feminismo inconsistente de Chávez”,
Tamara Pearson se refiere al entonces presidente y al “feminismo” que pregona:
“(…) su concepción del feminismo y de su propia identidad como feminista están
limitadas al incremento de la participación de las mujeres en los consejos
comunales, en las misiones, en la sociedad, y en las campañas electorales, en
vez de formar un movimiento específico para defender sus asuntos particulares y
ampliar sus derechos.
(…) El “feminismo” en la revolución bolivariana se traduce en algunas pocas
ministras y legisladoras más en ejercicio, en una mayor cantidad de
participación femenina en las bases (…). Ahora las madres tienen derecho a
recibir un pequeño subsidio para continuar con la carga de tener que hacerse
responsables ellas solas de la crianza de sus hijos. Este feminismo, de igual
manera, significa oponerse a la violencia contra la mujer sin comprender que la
división del trabajo por géneros y que la cosificación de la mujer a través de
actos como los eventos de belleza y de la publicidad teñida de sexismo,
contribuyen grandemente con la concepción de la mujer como persona de segunda
clase, cosa que posibilita la violencia mencionada. Es un “feminismo” que
ignora completamente el rol de la iglesia en el sexismo y, por lo tanto, se
rehúsa a hablar siquiera del derecho a optar por el aborto, de que éste sea
gratuito y que se pueda practicar sin peligro. Esta idea de feminismo carece de
cualquier análisis histórico o económico acerca del rol del capitalismo en la
generación del sexismo.”
Los cuestionamientos de Tamara Pearson son agudos y se formulan desde el seno
del chavismo crítico, así que mal podrían erigirse los defensores de la
política psuvista alegando que se trata de un ataque más contra la imagen del
“amado Comandante Supremo”. Tales observaciones resultan de vital importancia
para la comprensión del panorama político actual, pues la figura de aquel líder
logró permear no sólo la actuación de sus funcionarios y de las instituciones
que estos sostienen, sino también una representación social compartida por
muchos de sus seguidores: el feminismo es sólo cuotas de participación y becas
para las mujeres más pobres. Lo demás es mucho pedir, así que quien se atreva a
reclamar más que eso, deberá confrontar el cerco del Estado burgués. Para
muestra, un botón: Los colectivos de mujeres que este mismo año se organizaron
para manifestar su repudio al Miss Venezuela, vieron vulnerado su derecho a la
protesta cuando toparon con el cerco de la Policía Nacional que por órdenes de
un ministro rojo rojito protegía el show de los Cisneros. Mientras este evento
fue reseñado en medios de comunicación internacionales, los medios del estado
optaron por silenciarlo o apenas le dedicaron unas cortas líneas para luego
sepultarlo.
Las personas que desde un convencimiento honesto aún hoy hacen vida dentro de
las filas del chavismo podrán decir que se trata de una inconsistencia más,
propia de las contradicciones en el seno de la “revolución bolivariana”. A
estas alturas, hechos como esos no pueden, desde nuestro punto de vista,
catalogarse como meras inconsistencias. Cuando la inconsistencia, la
inconsecuencia, son la regla y no la excepción, tenemos que valorarla como un
rasgo característico. En este sentido se trata, ni más ni menos, de una
política de Estado orientada hacia la manutención de un estado de cosas que
cada día más favorece a los intereses de las burguesías nacionales e
internacionales. ¿Contradicciones? Sólo en un discurso pretendidamente
revolucionario que cada día deja ver más fácilmente sus costuras. Los hechos,
por el contrario, se asumen de una coherencia sin igual. El chavismo gobierna
para las mismas clases privilegiadas de siempre. Para ello, recurre a un
discurso domesticador de las masas y de vez en cuando le lanza unas migajas con
el objeto de distraerlas cuando las presiente capaz del voto castigo. Las
medidas populistas de los últimos días, vinculadas con una “ofensiva económica
contra la especulación”, son una muestra de ello. Mientras la población esté
ocupada “vaciando los anaqueles” no tendrá tiempo para pensar demasiado sobre
las causas estructurales de la actual crisis de nuestra economía capitalista.
Plan Mamá Rosa: El machismo disfrazado
En este contexto, el feminismo que desde el chavismo se esgrime no constituye
más que un recurso discursivo más para ganar las voluntades de las miles de
mujeres. Dicho así, resulta de vital importancia acercarse desde una mirada
crítica al denominado Plan para la Igualdad y Equidad de Género “Mamá Rosa”.
El documento institucional nos introduce a su lectura confesando que su
denominación no responde directamente a la vinculación e identificación con la
figura de una mujer que fue madre campesina y que se llamó Rosa, sino que la
referencia a aquella mujer constituye una excusa para rendir culto a la figura
patriarcal de Hugo Chávez: “Poco sabemos de Mamá Rosa, sólo las expresiones
nostálgicas y amorosas que el Comandante Supremo Hugo Chávez mencionaba cada
vez que recordaba su infancia (…)”. Partir de ese hecho es ya un equívoco.
Desde el Ministerio para la Mujer, lejos de rescatar los nombres y ejemplos de
las aguerridas mujeres venezolanas que han sido invisibilizadas por la
historia, se recurre al culto a la personalidad del hombre y se emplea la
imagen desconocida de su abuela para justificar el hecho. Mamá Rosa se retrata
en este documento como madre, cocinera y criadora a través de citas que se
formulan de las declaraciones anecdóticas de Hugo Chávez en relación con su
infancia. A ninguna de las funcionarias del Ministerio se le ocurrió siquiera
profundizar e indagar en torno a una semblanza de mujer que -desde otra
perspectiva, no lo dudamos- habría podido dar la posibilidad de al menos
retratar a una abuela -como la mayoría de nuestras abuelas- que pese a su
restrictiva vida en los espacios domésticos continuaba siendo portadora de una
sabiduría ancestral y un anhelo de libertad. Es una (1) la página que se dedica
a la presentación de Mamá Rosa desde la voz de Hugo Chávez. En esa página, la
foto de la mujer ocupa el mayor espacio. Además de presentar una redacción
bastante pobre, el documento logra sorprendernos por el evidente salto que deja
inconcluso el texto. ¡Tanto les importaba a las funcionarias de MinMujer
retratar a Mamá Rosa!
Según la redactora del Plan Mamá Rosa, Virginia Aguirre, bastaría con que las
instituciones del Estado manifiesten su voluntad de asumir una perspectiva de
género en el desarrollo de sus políticas, elevando acaso sus cifras de cuotas
de acceso y ascenso para las mujeres. Esto bastaría para despatriarcalizar las
instituciones y erradicar las desigualdades de género. Se considera, desde este
limitado enfoque que ello constituye “cambios estructurales” suficientes. El
grave problema está en que al parecer ninguna de las funcionarias del MinMujer
sabe con qué se come una “perspectiva de género”. De otro modo una no puede
entender cómo es que en el mentado Plan, una de las líneas de acción
perteneciente a la dimensión económica se propone “impulsar con las
organizaciones y movimientos de mujeres la creación de guardería para las hijas
e hijos de las trabajadoras y los trabajadores del sector público y privado”
(sic). Lo cual además de poner en evidencia la misma concepción machista de la
asignación de los roles entre hombres y mujeres, representa un grosero
retroceso respecto de las leyes laborales vigentes, que asignan esa
responsabilidad a los patronos, y no a las organizaciones de mujeres.
Para cualquier persona con un mínimo de formación en materia de género, resulta
evidente que si no hay un cuestionamiento a los roles que se asignan en
nuestras sociedades, que si no se garantiza una discusión capaz de ahondar en
la realidad de la diversidad del sexo y el género como categorías
constituyentes de la condición humana, si no se avanza -en definitiva- en la
construcción de criterios feministas, jamás podrá hablarse de
“transversalización de la perspectiva de género” en las políticas públicas.
En este sentido, la Introducción del Plan Mamá Rosa expone cifras vinculadas
con la realidad ocupacional de las mujeres en Venezuela, pero es incapaz de
analizar esas cifras a la luz de la perspectiva de género que dice debe
desarrollarse desde las instancias públicas. Si bien reconoce que la ocupación
de las mujeres está enfocada en el área comercial y de servicios (con excepción
de los sectores de la construcción y el transporte) mientras los hombres
acaparan el sector productivo del país, evade flagrantemente un análisis que
permita profundizar en las razones culturales de esta segmentación del trabajo.
El Plan Mamá Rosa carece de la perspectiva de género que reclama y se presenta
como un documento más dispuesto para el “cumplo y miento” de la burocracia roja
que nos arropa. Si el segundo Plan de Igualdad para las Mujeres Juana Ramírez
“La Avanzadora” arrojó como saldo “positivo” la conformación del Ministerio
para la Mujer, ¡vaya usted a saber qué adefesio burocrático habrá de parir Mamá
Rosa!
Del mismo modo, el objetivo histórico que se plantea el Plan Mamá Rosa resulta
poco menos que risible dadas las características del gobierno de Nicolás Maduro.
¿Cómo habremos de entender que desde el Ministerio para la Mujer se proponga
“erradicar el patriarcado como expresión del sistema de opresión capitalista y
consolidar la igualdad y la equidad de género con valores socialistas”, cuando
en nuestro país el sistema capitalista cada día se fortalece más gracias a las
políticas entreguistas del gobierno que pacta con Chevron, Nestlé, Samsung y
cuanta transnacional se ofrezca “preñada de buenas intenciones” para contribuir
-¡cómo no!- con la tan mentada “soberanía petrolera”, “soberanía alimentaria”,
“soberanía tecnológica” o peor aún, para ayudarnos a convertirnos en
“potencia”? Caramba, que hay que ser ingenuas (o consagradas burócratas y
demagogas) para tragarse el cuento de que el feminismo socialista se alcanzará
de la mano del gobierno capitalista y burgués que hoy tenemos.
En Venezuela, las mujeres no alcanzaremos verdadera autonomía ni plena igualdad
de derechos hasta que no comprendamos que nuestros conflictos debemos
reconocerlos fundamentalmente nosotras. Ningún patriarca -por muy “caballeroso”
que sea- debe ser quien nos diga cuáles son los males que nos aquejan. Nuestra
situación de opresión debemos denunciarla desde una voz de dignidad que reclame
la verdadera elevación de criterios feministas. Y los criterios feministas no
se construyen con financiamiento a la construcción de cuerpos sumisos al
capital ni con complacencia ante los códigos estéticos patriarcales. Los lazos
que Hugo Chávez estrechó con la organización Miss Venezuela, lo descalifican
moralmente para erigirse como ejemplo alguno en la lucha anticapitalista y
antipatriarcal. “Nuestro Chávez feminista” no existe, nunca existió. Desde este
punto de vista, cualquier institución del Estado u organización en general que
pretenda convencer a las mujeres en lucha de que el feminismo es eso que dejó
Chávez como legado, no abraza más que una falacia, una abominable
inconsistencia ideológica que sólo se traduce en mayores cadenas para las
mujeres y para la población venezolana en general. El feminismo revolucionario,
que se pretende verdaderamente socialista, debe abogar por definir plenamente
los criterios que constituyen una perspectiva de género y comprender que la
igualdad de derechos no se traduce únicamente en una inclusión paritaria en políticas
dispuestas por un Estado machista.