Por: Freddy
Araque
Hay una historia que se vive al
margen de la de la galaxia mediática, no refrendada por ésta en el producto que
pertinazmente vomita para servir a inconfesables designios y a intereses de
quien paga la cuenta por sus “buenos” o menesterosos oficios, y que ineluctablemente también como la
otra habrá de llevarse el viento…
He ahí la gran fortaleza de toda
vitalidad humana y natural ante la otra cara del dominio. Es la historia del
hombre común, sin filtro ni fronteras, que es capaz de ir y venir por todas y a
todas partes.
No es asunto actual ni exclusivo la
guerra económica, ciertos sectores del gran empresariado “nacional” y la gran
burguesía apátrida a finales de la década del cincuenta, retomaron el poder en
alianza con los sectores más retrógrados, incluido el religioso, para
advenimiento de la “democracia” puntofijista, utilizando a los sectores más
humildes y por supuesto el discreto celestinaje que siempre merodea soterradamente bajo los partidos políticos, y por supuesto a
través de la embajada norteamericana como la gran titiritera operadora de todos
los hilos que van a dar a la mar tenebrosa del imperio del tío Sam.
Después de derribado el gobierno
perejimenista atizaron las contradicciones implícitas en la guerra fría y
tomaron el control de nuestra industria petrolera, repartiéndose y jugándose a
los dados al igual que los soldados romanos con las ropas de Jesús la patria
entera. Lo demás es harto sabido; fallida lucha armada y represión bajo férula
de la doctrina militar Casa de las Américas, la gran deuda social acumulada, la
chucuta nacionalización petrolera denunciada por Pablo Pérez Alfonso, la
posterior privatización petrolera encomendada a Luis Giusti, finalmente
develada por las nefastas acciones de la nómina mayor en 2003, tras el
fracasado golpe de abril anterior y los sucesivos escenarios de
desestabilización violencia, y otros disfrazados en comparsas electorales
sucesivas, desde la llegada de Chávez al poder.
Por estos lares desde la infancia
siempre oímos a las personas mayores referirse con gran respeto a la figura del
ex presidente Marcos Pérez Jiménez, otros sencillamente lo mentaban como “mi
general”, para evocar cualquier asunto que involucrara la impronta de su figura
política y su nostálgico recuerdo, “en ese tiempo se podía dormir con las puertas
abiertas sin ningún temor de que a uno lo robaran”, “cualquier borracho dormía
en la acera y despertaba con plata en los bolsillos”, “había trabajo por todos
lados y no se conocía el hambre, no había tanta carestía”, “de las obras,
carreteras y autopistas que hizo ni hablar, el puente sobre el lago de
Maracaibo, El hotel Humboldt y su teleférico,
y aquí, en nuestra ciudad, pa’ muestra el botón del hospital Central que
tanto le criticaron como obra faraónica y que hoy día se queda chiquito ante
las necesidades de la salud, y qué me dice del viaducto, la Casa Sindical, y
tantas obras que son interminables con que apuntaló bajo el Nuevo Ideal
Nacional, un proyecto real de desarrollo estructural para el país”.
Sosteniendo su pipa ensalmada, en la
otra acera, con sempiterna cara de lechuza, viéndonos desde su agorero retrato
siempre topábamos con el gran hermano Rómulo y la salmodia de su atiplado discurso, desde aquellos tiempos
de mala leche y mala república —hasta arruinarnos tercamente el concierto de
Queens— con aquel amañado lastre de infundios: “Pérez Jiménez fue un dictador,
un asesino que encarceló y torturó con la S.N. a miles de políticos”; “a
Leonardo lo entregaron los mismos adecos que negociaban con Pedro Estrada quien
a su vez de igual modo se entendía con dineros de la CIA”; “un corrupto y
ladrón que se robó la plata del pueblo y hasta dejó olvidada en su afán de huir
en la vaca sagrada aquel 23 de enero una maleta repleta de dólares”.
Eso y más… era más o menos lo que se
comentaba en la cotidiana realidad de la gente; cuando tuve oportunidad de
viajar a otros estados y ciudades del país pude cotejarlo…
No es sensato pensar en monedas de
una sola cara, cuando nuevos aires de revolución cuajan en el contínuum de la
historia, asunto del que la dialéctica marxista pueda brindarnos luz perpetua.
El militarismo bajo la égida
nacionalista que identificó a Pérez Jiménez y Perón y ciertos militares
progresistas, tal vez no fuera del agrado de corrientes izquierdistas en
América latina, menos lo sería del imperialismo gringo y sus adláteres, de ahí
que haya sido Hugo Chávez, ojo zahorí, quien más se haya percatado en reconocerlo,
hasta llegó a visitar al general Marcos Pérez Jiménez, todavía en vida, en su postrera
residencia de Madrid; con antecedentes chiriperos, al arribo de la Revolución
Bolivariana, nuestra izquierda miope tuvo que pasar agachada, entre tanta
historia manoseada o autoedulcorada.
El glorioso partido comunista
venezolano junto a adecos, copeyanos y urredistas en cayapa, fueron enjundioso caldo
de cultivo —junta patriótica incluida— para la salida del dictador tachirense,
quien, a pesar de tantos pecados a cuestas, eliminó ranchos en la periferia de
la capital al construir y adjudicar viviendas en urbanizaciones para clases
desposeídas, también bajo especializada
planificación pretendió descentralizar la capital e industrializar el país,
sembrar vías férreas, crear empresas siderúrgicas, además de impulsar un gran
desarrollo como potencia nuclear que le había sido encomendado al brujo de Pipe
en colaboración de científicos internacionales, cosa que no fue del agrado de
la Casa Blanca, y así entre delaciones y traiciones se fue armando la gran guarimba
aquella del 23 de enero —toponimia actual a la que sin discriminación todos
reivindican como querencia natural— que dio al traste con la dictadura.
La propaganda y contrapropaganda, o
guerra mediática de entonces, no les fue menos infiel, hay gente que recuerda
pasquines donde una “amante” del dictador salía en una foto con una teta
amputada por éste, y reportajes donde se reconocía al igual que el cuidado a su
rejuvenecimiento el gusto que como buen gourmet Pérez Jiménez tenía por comerse los bebés de
pocos días de nacidos.
Ateniéndonos, en especie de déjà vu,
con todas las diferencias del caso, comparable a los estigmatizados Sadam Hussein,
Gadafi, Bashr Al Asad, el “dictador” más apetecido y reciente, Hugo Chávez no
les dio el gusto de huir a ninguna parte ni de caer como mango bajito cual la
canalla pretendió empeñosamente desde su arribo al poder, y quien no descansa
en lanzar su caballería rusticana contra su relevista Nicolás Maduro, obrero y
conductor de autobús con mucho orgullo, a quien un cierto y considerable número
de choferes piratas, gasolineros y contrabandistas de productos de la cesta
básica en nuestra frontera común, devotamente jurando por San Emilio, conocer a
su mamá, haberse criado y haber jugado al futbol con él, en el mismísimo barrio
Carora de Cúcuta, sin explicarse ni explicar, ante esta súbita restriccion del
paso fronterizo ¿por qué ser colombiano y cucuteño es estigma en unos casos y
en otros, como ser ficha del Real
Madrid, no?
Por nada del mundo pudiera ser que la
muerte física del comandante Hugo Chávez incubara la muerte también de la
revolución bolivariana y del espíritu revolucionario que es consustancial con
el venezolano por más mediaciones del discurso y la praxis política. Cincuenta
años nefastos de cuarta república no se pueden barrer y guardar debajo de la
alfombra de fácil manera; acto inútil igual es subestimar la memoria colectiva
tan deportivamente.
El jujú con el saqueo impune de
divisas y el diferencial cambiario de nuestro coñaceado bolívar con respecto al
fisgón dólar imperial y otras monedas carroñeras por parte del sector
empresarial de clara estirpe opositora al gobierno, robo de dineros públicos,
desastre administrativo, corrupción de la sociedad en sus estratos más frágiles
a través del juego de envite y azar, 5 y 6, loterías, casinos, evasión de
impuestos, alcohol, mercado de drogas lícitas e ilícitas, tantas plagas de
Egipto que nuestro pueblo ha tenido que soportar en este festín de Baltazar de
infames adecos y copeyanos hoy camuflados con recicladas nomenclaturas en la
mesa de Alí Babá.
En este país de estirpe bolivariana bien
llamado Venezuela nadie se chupa el dedo, la lista es larga como la de CADIVI
—que no debe descansar en paz— ante el renaciente fénix CENCOEX, y sabido es
que el destino de la REVOLUCIÓN no lo mide una ineficaz gestión de gobierno o
de desgobierno más bien, ni de una élite aventurera venida menos, ahora
convertida en boliburguesía de la noche a la mañana, que quince abriles no es nada
como el tango rezonga, a estas venezolanas y venezolanos de ahora no los van a
joder los opositores abyectos con sus cantos de ballena ni falsos los chavistas
ni impostores revolucionarios de cliché y lugar común, ni mucho menos corruptos
salta talanqueras adentro y afuera, enquistados en el aparato burocrático que
nunca van a un barrio adentro o a un hospital público, ni hacen cola de ocho y
doce horas en Mercal, donde la mayoría de los productos relevantes de la cesta
básica escasean y sólo abundan en la Parada de Cúcuta en sana paz con la
complicidad de paramilitares, donde las
patrullas de policía son utilizadas para vender gasolina a la vista de los más
pingos, donde camiones y cavas con productos de primera y última necesidad son
escoltados por funcionarios militares para que lleguen a su destino, mientras
un teniente, un sargento y unos soldados son detenidos como chivos expiatorios
del inveterado negocio del contrabando mientras engordan algunos superiores, donde
la mayor parte de la población degenerada está dedicada a vender gasolina y los
más toches a vender harina pan para que Alimentos Polar exija más divisas, mientras
otros transportan gandolas y camiones de
cemento sin que a nadie se le agüe el ojo; en un país donde nos jactamos de
tener las reservas más grandes de petróleo y de gas, nuestra población en su
gran mayoría lleva meses y meses sin recibir el servicio de gas doméstico
mientras nunca falta en los aledaños a la ciudad de Cúcuta y su ancha y ajena frontera, mientras los repartidores de gas en
sus camiones hacen su agosto todo el año bajo la anuencia de su director midas,
la Revolución no puede ir más de capa caída en estos pagos de dios, donde nunca
se ganan elecciones a menos que se pacte con el diablo, por eso el pueblo
ferviente invoca a la virgen de la Consolación, al Santo Cristo de la Grita, que
hasta ahora parecen ser sordos a sus ruegos, no así místicamente, para Capriles
y Vielma Mora, fotografiados y hermanados en la fe, más no en la política, no
hay mal que dure cien años ni engaño que lo resiste.
El gatopardiano cierre parcial de la
frontera no desmiente los hechos señalados, en reciente alocución televisiva
nuestro actual gobernador señaló que algunos habitantes de la frontera, lejos
de preocuparse por asuntos inherentes al contrabando mismo, le manifestaron,
que “después de varias décadas al fin podemos dormir tranquilos”; ante este zigzagueo
verbal, entre significantes y
significados, al cual nos tiene tan acostumbrados el capitán Vielma Mora, ¿cómo
eludir los 15 abriles de Hugo Chávez que no volverán…?
“Con la ley de precios justos me
limpio el fundillo porque no se consigue papel tualé”, aunque en verdad nunca
se vio tanto en el comercio y la calle sin que la diarrea fuera imperativo de
su demanda; a esto se antepone la burla risible de sectores opositores y partidarios
de la especulación desatada, ampliamente después del 07 de octubre de 2012 a
todos los niveles del espectro económico y comercial venezolano, con la
consabida e irónica frasecita “… pero tenemos patria”, en alusión al Plan de la
Patria propuesta por Hugo Chávez, no se corresponde sin duda con ninguna lógica
del sentido, nadie celebra cuando se le da una patada a un perro sin motivo ni
razón, cuando se maltrata o se golpea a un niño, a una mujer desvalida o a un
anciano indefenso, cuando se derriba un árbol sin justificación alguna, igual
es cuando se maltrata a la patria, cuando se comete usura y se especula
vorazmente contra el salario de los trabajadores humildes quienes son los
productores de la riqueza que disfrutamos todos, en fin que la patria es el
hombre como dijo Alí, y no podemos anteponer ante ella mezquinos intereses de
una parcialidad política, porque historia de la humanidad es la historia de la lucha de clases, como
nos fijó al recuerdo Carlos Marx en el manifiesto comunista, y no en vano, y
sin retóricas, también José Martí le acompañó en su intención cuando dijo, con
los pobres de la tierra quiero yo mi suerte echar; no obstante, ante tales
admoniciones y hechos comprobados, nuestra clase política es burriciega —como
dice mi amigo Curro Zambrano— y , además, agregan mis paisanos arrechos de la
frontera, sorda a lo que ya se ha escrito y se escribirá por siempre en la vida
diaria de cada uno de nosotros herederos de la patria grande.
fredy.araque@gmail.com