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Revolución Continental

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viernes, 19 de julio de 2013

EL CATATUMBO R E S I S T E



Hace cerca de un siglo se descubrió el oro negro en las tierras del pueblo Barí, primeros pobladores de lo que hoy se conoce como el Catatumbo, espacio geográfico que comparten Colombia y Venezuela. Con la explotación del petróleo, comenzó la tragedia de los pueblos originarios. La oligarquía colombiana y las multinacionales petroleras han sido las únicas beneficiarias  de las riquezas minerales con que la naturaleza dotó al territorio colombiano.

 Pasan los años y la historia se repite con la misma casta de victimarios y las  víctimas de siempre: los pobladores del Catatumbo.

En las últimas décadas, la inconformidad se hace rebeldía, se traduce en acción y la protesta generalizada irrumpe, se extiende; la respuesta del Estado pitiyanki neogranadino, es invariablemente la represión; paralelamente la satanización y la descalificación, ampliada y profusamente divulgada, por los propietarios mediáticos privados, son la nota sobresaliente.

Petróleo, carbón, oro, coltan, hierro,  y últimamente se confirma la existencia de materiales estratégicos como platino y uranio; a mayores  recursos naturales,  aunque parezca paradójico, mayor es la marginalidad, la pobreza y la miseria de la población en general.

Los acuíferos que surten las aguas del río Catatumbo y las decenas de tributarios depositan el 75% del precioso y vital líquido al Lago de Maracaibo. Año tras año,  los ríos disminuyen su volumen, aumentando exponencialmente  la contaminación, producto del glifosato, con su nefasta consecuencia para los pobladores de los países fronterizos.

Riqueza por doquier; abandono, miseria y marginalidad por dondequiera que observemos esta extensa región; escuelas cerradas; trochas, en lugar de carreteras; hospitales sin médicos, sin personal que atienda la solicitud de sus pobladores en el campo de la salud. En los hechos estamos en presencia de la imagen cruel y triste del  decadente modelo neoliberal, en nuestro martirizado territorio.

El 28 de mayo de 1999, en una acción concertada entre las Fuerzas Armadas de Colombia, la policía y los servicios secretos del Estado, y su criatura siniestra, los paramilitares irrumpen en el Catatumbo. El resultado no puede ser más trágico: 5.000 muertos, más de 3.000 desaparecidos, y cerca 20.000 desplazados. Con apoyo logístico del ejército, los “para” se dedicaron al pillaje. El botín: cerca de 20.000 cabezas de ganado robados y todo cuanto era propiedad de la población expulsada a sangre y fuego. 

 La coca sustituye los cultivos de maíz, cacao, plátano, café, arroz, caraota, zapote. La ganadería mayor y menor disminuyó ostensiblemente. Las maderas, en el límite de su desaparición. El abandono del Estado es total. Existimos cuando nos levantamos, protestamos y la respuesta es la misma: más bases militares, menos escuelas; menos profesores, más represores. Los aviones militares con su mensaje de guerra, bombardeos, destrucción y muerte. El Estado guerrerista colombiano  siempre ha contado con el respaldo económico, político y militar de  sus hermanos del alma, los asesores  norteamericanos.

El 5 de junio las autoridades municipales, departamentales, presidencia y sus ministros vuelven a tener noticias de la existencia de los pobladores del Catatumbo. La Conferencia Episcopal, Piedad Córdoba, Iván Cepeda –parlamentario- y la ONU han denunciado que en el Catatumbo hay una grave violación a los DDHH, marcando la diferencia frente a la intransigencia y la tozuda posición gubernamental. Telesur, es el único medio presente en el terreno, rompiendo el cerco mediático.

El inicio de la explotación carbonífera a cielo abierto produce un impacto ambiental nefasto,  afectando la fauna y la flora, la expansión de la tuberculosis por la presencia de millares de partículas de polvillo de carbón en la población de ambos lados de la frontera común.

El gobierno colombiano hoy, como ayer, no tiene voluntad política para solucionar las exigencias del campesinado del Catatumbo. La experiencia nos ha demostrado que la maquinaria de guerra del Estado colombiano está al acecho, prestos a expulsar, castigar y reprimir sin piedad a los protestantes.
 Los campesinos están en disposición de resistir hasta las últimas consecuencias. Para garantizar la seguridad  de sus familias, especialmente, los niños, los ancianos y las  mujeres, hacemos la propuesta de crear un refugio humanitario, ubicado en el Consejo Comunal “Las Guacamayas”, municipio Jesús María Semprún, Estado Zulia, República Bolivariana de Venezuela.

 Presidente Juan Manuel Santos ¿pretende provocar una tragedia similar a la ocurrida en la masacre de las bananeras (1928) por defender a las multinacionales? 


ASOCIACIÓN DE CAMPESINOS DEL CATATUMBO.

“ASCAMCAT”