DESDE EL PODER DEL ESTADO, NO SE PUEDEN HACER REVOLUCIONES, PORQUE ESE PODER DE ESTADO, LO INVENTARON LAS CLASES QUE DOMINAN, DOMINACIÓN QUE VIENE DESDE LA COLONIA Y POR LO TANTO, LOS QUE LO ASUMEN, SÓLO REPRODUCEN LA LOGICA DE EL QUE DOMINA, PARA TERMINAR REIVINDICANDO LA IDEOLOGIA DEL ENEMIGO QUE DECIAN COMBATIR, EN EL MARCO DE UNAS SOCIEDADES, QUE TAMBIEN NOS INVENTARON, LLAMESE CAPITALISMO O SOCIALISMO.
ENRIQUE CONTRERAS RAMÍREZ
La “izquierda” institucional de América Latina y el Caribe, me refiero a la izquierda permitida, la que participa de los procesos electorales tal y como están planteados, siguen “creyendo”- por convicción o conveniencia- que llegar al poder por vía electoral y al tomar el poder del Estado, se puede transformar la sociedad, paradigma por cierto que ha dominado el pensamiento “revolucionario” por más de un siglo.
Se argumenta que al tomar el poder, se comienza un ciclo de transformaciones, transiciones, primero son las reformas y luego los cambios radicales, cambios radicales que por supuesto nunca llegan. Se comienzan y se establecen reformas que van buscando el reacomodo de una sociedad donde terminan prevaleciendo los intereses de clase. Se difunde la idea de crear el socialismo y ahora el socialismo del siglo XXI. Desde luego que éste socialismo del Siglo XXI es muy, pero “muy especial”, justificando la vía electoral para hacer las “revoluciones”.
Tomar el poder del ESTADO, para esta “izquierda”, es la esencia del “proceso revolucionario”, es lo que permitirá el cambio revolucionario según sus respectivos discursos. No importa que se sigan estableciendo y agudizando las diferencias de clase, no importa que se siga manteniendo los privilegios de la clase política y económica que gobierna, no importa que se le entreguen los recursos naturales al extranjero, no importa que los partidos que gobiernan sigan imponiendo sus reglas de juego y corrompiendo a la población valiéndose de sus necesidades. Lo interesante es tomar el poder del ESTADO, para gobernar e imponer el mismo capitalismo, ahora de ESTADO, bajo la falacia de una “sociedad nueva” llamada socialismo y que sea del siglo XXI.
LA VIA ARMADA
De igual manera, la vía armada también propone tomar el poder del ESTADO, se crearon y se sigue insistiendo en formas organizativas político-militares (guerrillas rurales y urbanas). La mayoría de de estas organizaciones se autodenominan ejércitos del pueblo y se combate con convicciones ideológicas y políticas que en la mayoría de los casos no se puede negar, en la esperanza, que algún día tomaran el poder del ESTADO, para producir transformaciones que le den soluciones a la pobreza y miseria de nuestros pueblos.
Se crean ejércitos “revolucionarios”, con jerarquías, mandos y relaciones de poder en lo interno, sin darse cuenta, que en la práctica esta presente la ideología que dicen combatir, pues esos ejércitos copian con diferentes estilos y formas, las mismas estructuras del ejército enemigo y terminan pareciéndose a los mismos.
Sin querer queriendo, es la ideología de la dominación, que en el subconsciente prevalece y se presenta y manifiesta en formas diferentes, que la misma cotidianidad de la lucha esconde. Esas relaciones de poder, donde el comandante manda y la guerrilla obedece, argumentando que hay que tener disciplina para sobrevivir al combate, solo establece mandos donde el “superior” esta por encima del “inferior”, la disciplina es impuesta y no es consciente, se niega la discusión colectiva y se reproduce una relación de poder que establece diferencias sociales, afirmando la relación dominante-dominado, negando de esta manera que son los pueblos los que hacen las revoluciones. Es de allí, que si ese ejército llega a tomar el poder del Estado, pues simplemente reproduce la ideología del enemigo que decía combatir y desde ese poder del Estado, reproduce la lógica de la dominación.
EL ESTADO EXPRESIÓN
DE LA CLASE DOMINANTE
Se reproduce en estas dos propuestas de la izquierda (la vía electoral y armada) el círculo vicioso de hacer cambios para que nada cambie, ya no es capitalismo ahora es socialismo, para seguir montando el Estado represivo, con reformas y revisiones, pero represivo al fin.
Esta lógica de relación de poder siempre se ha manifestado en el Estado, en las distintas formas de crear partidos políticos, militarizados o no, es la estructura del pensamiento que ha predominado en la dirigencia y la militancia, es un estado de subordinación y alienación que continua después y de manera más acentuada cuando se toma el poder del Estado. Desde el presidente, los ministros, diputados, gobernadores, alcaldes, concejales, pasando por los congresos y asambleas o cualquier otra forma de organizar el Estado. Su estructura jurídica-política, su plano ideológico cultural y la forma de organizar la economía, manifiesta esta relación perversa y negadora de la libertad, igualdad, fraternidad, solidaridad y bien común, puesto que la relación de poder esta presente en cada lugar, en todos los partidos, tanto de la derecha como de la llamada izquierda, participe o no de los procesos electorales. Esa relación de poder se encuentra presente en todo momento, es parte de la cotidianidad y por ello nos impide la construcción de una sociedad distinta y alternativa.
Y por mucho que se predique la igualdad, la solidaridad, la fraternidad y la democracia, si se hace desde esta perspectiva, de la relación de poder, los mismos no se podrán materializarse y terminaran siendo letra muerta, porque se queda solamente en el plano formal, enunciativo, declarativo y demagógico. Es una endemia que contamina todo lo que toca, tanto al de arriba como el de abajo. Al respecto Holloway (2005) nos refiere: “Así, la idea de cambiar la sociedad por medio de la conquista del poder culmina logrando lo opuesto de lo que se propone alcanzar. El intento de conquistar el poder implica (en lugar de un paso hacia la abolición de las relaciones de poder), la extensión del campo de relaciones de poder al interior de la lucha en contra del poder, lo que comienza como un grito de protesta contra el poder, contra la deshumanización de las personas, contra el tratamiento de los hombres como medios y no como fines, termina convirtiéndose en su opuesto, en la imposición de la lógica, de los hábitos y del discurso del poder en el corazón mismo de la lucha en contra del poder. Lo que esta en discusión no es quien ejerce el poder sino como crear un mundo basado en el mutuo reconocimiento de la dignidad humana, en la construcción de relaciones sociales que no sean relaciones de poder”. (pp. 36)
SE NIEGA LA JUSTICIA SOCIAL
Ese poder del Estado desconoce la dignidad humana, entendida esta como la cualidad que tenemos todos los seres humanos, de merecer estima y respeto, incluyendo el valor humano, su importancia, su valía y el significado de ser seres humanos, ya que desconoce a hombres y mujeres como una entidad ontológica y su condición moral que todo ser humano posee de manera única. Si todos los seres humanos tenemos una dignidad innata e irreducible, simplemente traduce que todos merecemos el mismo respeto y trato, por lo tanto, si somos honestos con lo que se dice, ningún ser humano debería estar excluido de la sociedad en que vive y en igualdad de condiciones. Pero ese poder de Estado niega en su ejecutoria todo esto, lo rechaza de plano y de allí que tampoco soporta, ni sustenta con seriedad el concepto de justicia social.
El tener la supremacía y el control del Estado, los que lo administran, tratan de confundir, disfrazar, enredar la concepción de justicia social a través de leyes, normas, reglamentos, que sólo desencadenan en regular la conducta humana e imponer los intereses de la clase que se encuentra en el poder, invocando incluso el espíritu de la misma justicia social. Es entonces cuando el Estado a través de sus leyes, hacen que los seres humanos acepten el sometimiento, la disciplina impuesta y es allí cuando la sociedad convalida la vigilancia que sobre ellos se ejerce y acepta esa subordinación, incluso el castigo que cuando alguien la incumple, la clase que esta en el poder les impone.
DEMOCRATIZACIÓN DEL PODER
De allí que los procesos insurreccionales y hablo de procesos insurreccionales, convertidos en hechos constituyentes, no deben estar orientados a la toma del poder del Estado. ¿Entonces hacia dónde hay que dirigir y orientar la acción y el pensamiento revolucionario?, desde luego que lo primero que hay que hacer es destruir ese poder, cualquiera sea su manifestación, sus relaciones sociales, su concepto de trabajo, desarrollo, progreso, civilización, su forma de producir, su modo de producir, ir más allá de las relaciones de poder, superar su concepción, para dignificar al ser humano, que se reconozca la dignidad humana y la igualdad de todos los seres humanos.
Ese poder, que en la mayoría de los casos se expresa en liderazgos autoritarios, caudillismo, culto a la personalidad y que muchas veces se ve con absoluta normalidad y su perversidad se esconde en la cotidianidad, siempre esta por encima de los colectivos, de los pueblos y donde se impone los intereses de lo que sustentan ese poder. En otras palabras mandan sometiendo al pueblo.
Se trata entonces de eliminar la verticalidad del poder y cuando hablo de la verticalidad del poder, esta pasa por eliminar la figura presidencial, la de los ministros, la de los gobernadores, alcaldes, los partidos políticos, es decir, todo lo que implique jerarquías de estar unos por encima de otros, valiéndose de esa relación de poder vertical, que humilla y veja la dignidad de los seres humanos y que se expresa en los modelos socio-económicos conocidos hasta ahora.
Eliminar la verticalidad del poder, pasa por un proceso de hechos constituyentes, donde las masas dejan de ser manipuladas Y PASAN A SER MUCHEDUMBRES, porque toman conciencia de su responsabilidad histórica, dejan de ser objeto y pasan a ser sujetos, para convertirse EN COLECTIVO HISTÓRICO capaces de librar luchas prolongadas, por un proceso emancipatorio que necesariamente debe desencadenar en la búsqueda de un nuevo proyecto civilizatorio distinto a los conocidos hasta ahora, llámese socialismo o capitalismo.
Semejante tarea, trae consigo un hermoso desafío, es la utopía creadora y la ruptura con todo lo que representa la vieja civilización. Es la búsqueda de unos Terceros Caminos, con un pueblo insurreccionado en la calle, acompañado de vientos de libertad y democracia autentica, un camino que va a quien sabe donde y que aceptamos los que todavía no hemos perdido la capacidad de soñar, porque no hay alternativa. No es difícil ver que el planeta se esta destruyendo y no podemos abandonar la esperanza, pero la única esperanza concebible, en estos momentos, es la esperanza que va más allá de la ilusión estatal, más allá de la ilusión del poder.
De esta manera estamos definiendo a nuestro parecer, el carácter de las revoluciones latinoamericanas, donde la insurrección es un componente de pueblo, militares patriotas, iglesias que ven en el cristianismo un proceso de emancipación. Se trata de la insurrección cívico-militar-religiosa, para conquistar la libertad de los pueblos y crear un nuevo poder sin privilegios de clase y que el mismo tenga una dirección horizontal, que sea capaz de convocar al colectivo, para que desde ese colectivo generemos el nuevo proyecto civilizatorio que ha de conducirnos a romper el continuismo histórico de la dominación.
HACIA UNA CONSTITUYENTE ORIGINARIA
LA LINEA JUSTA ES, LUCHAR HASTA VENCER