La Guararura.net
No sé dónde estás hermano, ni que han hecho de ti las
fuerzas oscuras de la represión que sirven a los corrompedores antiguos y
actuales de la patria. La incertidumbre rodea nuestras incógnitas. Hace un año,
el 27 de febrero del 2015, esas fuerzas dieron contigo y te arrebataron de las
calles merideñas. Andabas con valentía denunciando la corrupción, la misma que
desde siempre se roba los dineros que debieran ser de todos. El negocio de la
gasolina en el llenadero de El Vigía para su contrabando a Colombia por parte
de jefecitos de la petrolera estatal Pdvsa no podía aceptarse y Alcedo Mora
recababa información al respecto. Sólo un hombre honesto puede hacerlo y Alcedo
Mora lo es. El compañero Alcedo no es de esos de doble discurso, esos que se
ufanan con la palabra revolución ensuciándola. La revolución como negocio es
una triste realidad. Algunos de aquellos que se decían “rupturecos” o
“perrevistas” terminaron integrando el gran negocio. Se olvidaron de la
sencillez y la mística, de la entrega y de los sueños.
Eran capaces de arriesgar sus pellejos por las más nobles
consignas y se entregaron a la lujuria del cargo y del poder. La revolución se
volvió pálida y llena de vacíos y se volvieron congruentes para convertirse en
mafias. Se volvieron “ex” para profesar una revolución inédita y sin
principios, sin sanciones y sin vergüenza. En cambio, el compañero Alcedo, con
su afilada sonrisa de guerrero, seguía siendo el militante de los sueños, sólo
o acompañado. Nos vimos por última vez en la siembra del cuerpo inerte de
Francisco Prada Barazarte en su adorado Escuque. El compañero Alcedo siempre
andaba en algo, organizando a los de abajo no para subir a saquear sueños sino,
para inventar esperanzas.
Se lo llevaron los esbirros de la corrupción, los sicarios
del miedo, se lo llevaron de las calles. Le estorbaba a una camarilla de
contrabandistas de la revolución. A esos que están en otra cosa, cambiaron, se
volvieron poderosos. El poder que debería ser para el pueblo, lo secuestraron,
así como secuestraron a Alcedo. No tienen la capacidad para defenderse porque
no tienen moral y prefirieron llevárselo desde una esquina de las sombras.
Desaparecer a un hombre por sus ideales, por sus actos, es
una cobardía. También lo es quien tiene que responder por esta desaparición.
Debemos seguir diciendo como ya es costumbre en estos casos: ¡Vivo se lo
llevaron, Vivo lo queremos! El compañero Alcedo no está sólo en esta lucha por
la honestidad humana. Hoy día la honestidad aparece como una condición de
dignidad. Necesariamente debemos terminar preguntando: A un año de la
desaparición forzada de Alcedo Mora ¿Qué han dicho los organismos oficiales al
respecto?