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Revolución Continental

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jueves, 18 de octubre de 2012

LA UTOPÍA COMO PROPUESTA EMANCIPADORA



Los que somos militantes de la utopía, seguimos soñando que es posible un mundo o una civilización, distinta a las que conocemos, que la patria no es un concepto abstracto, que la misma es cada uno de nosotros y que en ese espacio geográfico llamado por nuestros indígenas Abya Yala, donde nuestro pueblo sufre y ama, ríe y llora, se ilusiona, se llena de esperanzas, se cae pero se levanta, de rencores y odios, que a veces conversa cuando le dejan hacerlo, que canta, baila y a ratos se pelea, termina siempre sonriéndole a la vida. Pero sonríe, porque sabe que más temprano que tarde habrá futuro, para que las generaciones que vienen, no tengan las cadenas del colonialismo, porque también en el presente, ese mismo pueblo sabe, que su lucha que es nuestra lucha, romperán con esas carlancas y con esa continuidad de la historia de la dominación y vendrá la emancipación de la patria, la ruptura histórica y creadora, porque cuando llegue el momento, no habrá retroceso.

Enrique contreras Ramírez


Hoy más que nunca, América Latina y el Caribe reclama un nuevo proyecto civilizatorio que se encuentre en el marco de la convivencialidad, con sus respectivas características: Solidaridad, Reciprocidad y Amor por la Humanidad y la Tierra.

La Solidaridad asumida como una responsabilidad de todos, es colectiva. Esta se encuentra en el marco de la dimensión humana y su expresión o manifestación concreta,  implica el compromiso solidario de ayudar a elevar en el colectivo humano, sus niveles de vida, en función del bien común, es un compromiso fraternal, se encuentra en la defensa de la dignidad del ser humano, su promoción en un acto sublime de mucha entrega y de amor por los semejantes, además de ser un acto de responsabilidad social.

Reciprocidad es un acto de obligación humana, innato que exige un compromiso moral, pues se trata de comportarnos con los demás cualesquiera que sean, como desearíamos que los demás se comportaran con nosotros, es un trato de absoluta igualdad, sin distingos de clases, pues éstas no deben existir, credos, religiones, razas, ideologías, sin relaciones de poder, donde los seres humanos deben ser en todo momento, hermanos. Esto es para muchos como la utopía inalcanzable, pero es el reto que debe asumir la humanidad en un proyecto de civilización que reivindique la dignidad de los seres humanos. La utopía es la aspiración natural de la humanidad para la realizaciones de sociedades más justas, es anti dogmática, humanismo integrador, libertad, trabajo solidario y socialmente necesario, hermandad, es parte de la dialéctica porque es constante, es de ayer, hoy, mañana y siempre.

Los procesos de cambio, de transformación, de revoluciones auténticas y verdaderas en las utopías de los pueblos, representan necesariamente un proceso de construcción que hacen los pueblos en colectivo y no los partidos, ni las vanguardias, ni los gobiernos, es hacer caminos, es reconocernos en términos de igualdad entre los seres humanos, es cooperación y al mismo tiempo, compartir sacrificios y muchos esfuerzos, es perseguir y recorrer caminos hasta encontrar objetivos comunes donde se aspire a un mañana mejor, para que el sol salga para todos y la “aurora de la libertad y la justicia resplandezcan en el horizonte de la patria”, como dice la cantata de Fabricio Ojeda.

Esos procesos de cambio y transformación deben expresar un profundo  amor por la Humanidad y la Tierra,  se trata de construir una ética que implique un respeto profundo por los derechos humanos y del medio ambiente natural. Es construir un lugar para la convivencialidad donde el hombre viva en armonía con la naturaleza, es un espacio para la práctica de la libertad que conlleve a valorarnos como seres humanos, a elaborar una deontología y una axiología con convicciones críticas y comprometidas que rechace toda actitud, comportamiento y acción que intente agredir y violentar la dignidad humana. Es unir la solidaridad, la reciprocidad y el amor por la humanidad y la tierra para construir un nuevo modelo civilizatorio que nos lleve a elaborar una nueva sociedad, un proyecto civilizatorio sin relaciones de poder y por lo tanto, sin oprimidos y sin opresores.

LA UTOPÍA PRODUCE HOMBRES LIBRES
 Y EMANCIPADOS

Desde esta bandera, proclamamos la necesidad de parir un nuevo modelo social y económico, una nueva civilización, ajustada a nuestras realidades, que recupere nuestra idiosincrasia, nuestro pensamiento mágico-religioso, nuestra cultura, nuestra libertad, nuestra auténtica forma de ser, que recupere nuestros ríos, quebradas, lagos y mares, nuestros bosques, nuestra fauna y donde seamos capaces de convivir  en armonía con nuestro medio ambiente natural. Es la civilización de la esperanza, del nuevo amanecer, donde el sistema de producción que se genere, no sea para producir mercancías y llevarlas al mercado de la oferta y la demanda, sino para producir hombres libres y emancipados. Un nuevo modo de producción, capaz de satisfacer las necesidades del ser humano, que le dé tiempo al ocio creador, a ser libre, solidario, fraternal, educarse en plena y absoluta libertad, capaz de romper con la dependencia tecnológica y científica conocida hasta ahora y que sólo está al servicio de los que la pueden pagar. Una sociedad capaz de romper con las relaciones de poder para abrirle espacios a la libertad.

Muchas de las ideas aquí expuestas, forman parte del debate colectivo que Tercer Camino tiene dentro de sus estructuras organizativas y que muchos sectores revolucionarios en América Latina y el Caribe libran, es la búsqueda de alternativas distintas a las conocidas hasta ahora, cada quien las toma y las adapta a sus realidades, se trata de encontrar un camino propio, que devuelva la esperanza a esa inmensa mayoría de excluidos, que aspirando y  esperando cambios y transformaciones de su modo de vida, han caído en la frustración de sus sueños libertarios y de la posibilidad   de tener una patria que dignifique la vida en comunión.

La connotación que en general le doy a este artículo, las ideas y argumentos, bien pueden resumirse en el intento de establecer criterios en un punto común: que alimenten el debate y sean capaces de romper las cadenas que atan el pensamiento libertario, emancipador y utópico para la construcción de la nueva civilización. Lo expuesto aquí, es parte de la discusión que en la actualidad llevamos a cabo en el colectivo Tercer Camino.

            Se trata de la construcción de un modelo societario distinto y totalmente opuesto a cualquier forma “civilizadora” de las que nos tienen acostumbrados, llamase capitalismo o socialismo. Buscar una nueva civilización, sin desestimar los aportes que nos pueden dar las teorías revolucionarias, que nos hagan independientes, solidarios y protagonistas de nuestros propios procesos históricos.

Hoy día, requerimos de procesar y repensar la información, el conocimiento y las teorías transformadoras, para recrearlas, esto implicaría la elaboración de un corpus teórico propio. Que surja de realidades concretas en el tiempo y en nuestro espacio, partiendo de lo que fuimos socioculturalmente a comienzos del poblamiento de este nuestro continente latinoamericano. Buscar y encontrar en este legado histórico-concreto nuestra razón de ser, existir y vivir.

            Hallar en esas áreas culturales el modo de ser indiano, latinoamericano, su espiritualidad, su religiosidad, sus valores, su ética, su filosofía, sus creencias, en otras palabras, su cosmogonía del mundo.
            Este planteamiento, nos obliga a revisar conceptos como “desarrollo”, “tecnología, “ciencia”, “progreso”, “sociedad”, “crecimiento”, “industrialización”, “civilización”, “democracia” -entre otros- ya que los mismos han dejado en nuestro territorio solamente miseria, hambre, marginalidad y dependencia.
            Estas versiones no han respondido a nuestras necesidades como nación y como pueblo. En estos conceptos todos occidentalizados e impuestos desde la colonia hasta nuestros días, por quienes siempre nos han dominado, son tramposos, los han utilizado para la colonización y ahora para la recolonización de nuestro continente, para hacernos más dependientes, más subdesarrollados e imponernos modelos de civilización, que además de explotar al hombre, ahora buscan la destrucción del mismo, en ese nuevo modelo de dominación llamado globalización.

LA DISCUSIÓN NECESARIA

            En el marco de estas reflexiones y de otras posiciones que vienen sosteniendo el movimiento revolucionario latinoamericano, es donde hay que buscar, el modelo civilizatorio que queremos, para evitar repetir los errores de otros pueblos y no entramparnos nuevamente, en malas interpretaciones y fusiones que nos puede conducir al fracaso tan frustrante y castrador de los mal llamados “socialismos”.

            Es obligatorio reunificar los esfuerzos, robustecerlos, ampliarlos, fortalecer las utopías de nuestros pueblos y al propio movimiento revolucionario, para impulsar y fortalecer la lucha insurgente de la nación latinoamericana.

            Es plantearnos el enfrentamiento, en la unidad de nuestras gentes, que conduzca al derrocamiento, de las oligarquías, de las burguesías, de las clases políticas, tanto de la derecha como de la mal llamada izquierda del sistema dominante, para que de paso a la ejecutoria de un programa mínimo de contenido patriótico, nacionalista y de auténtica participación de las muchedumbres, con carácter antiimperialista y antiglobalizador.

            No se trata de hacer vulgares reformas en nombre de la “revolución” y de hablar de la perfectibilidad de la “democracia” para seguir engañando a los pueblos, para seguir cabalgando sobre conceptos occidentales, en función de dejar en la práctica las cosas como están. Sobre el tema Kleber Ramírez (1991) señalaba lo siguiente: “En estas condiciones, ciertos políticos teorizan diciendo que debemos luchar por la perfectibilidad de la democracia, pero por supuesto, siempre en el sentido de las reformas. Pero ellas son las que se pueden ir acumulando en las diversas etapas; ahora hemos llegado al final del ciclo; las reformas adquieren un sentido vacuo, en vez de entusiasmar producen reserva, porque la gente intuye que son cambios para que todo siga igual, cuando de lo que se trata es de realizar profundas transformaciones.

Es aquí donde asimilamos el accionar político, la lucha por la consecución de objetivos político-sociales claros y precisos, con una marcha incesante en pos del horizonte, hacia una perfectibilidad continua.” (RAMÍREZ, Kleber. “Venezuela la IV República. Caracas, 1991.pp. 173).

            Se trata de construir un  pensamiento propio y emancipador, es parte de la dialéctica, donde no puede haber fronteras, donde nos encontremos con nuestros sueños, el humanismo militante, la solidaridad, los revolucionarios, los militares patriotas, la iglesia comprometida, la desobediencia, los patriotas rebeldes, la insurgencia popular,  la esperanza y la conjura, para hacer de la utopía un proceso ontocreador que nos conduzca a la emancipación de nuestros pueblos y la construcción de un modelo civilizatorio que ennoblezca la vida.
            Los que somos militantes de la utopía, seguimos soñando que es posible un mundo o una civilización, distinta a las que conocemos, que la patria no es un concepto abstracto, que la misma es cada uno de nosotros y que en ese espacio geográfico llamada por nuestros indígenas Abya Yala, donde nuestro pueblo sufre y ama, ríe y llora, se ilusiona, se llena de esperanzas, se cae pero se levanta, de rencores y odios, que a veces conversa cuando le dejan hacerlo, que canta, baila y a ratos se pelea, termina siempre sonriéndole a la vida. Pero sonríe, porque sabe que más temprano que tarde habrá futuro, para que las generaciones que vienen, no tengan las cadenas del colonialismo, porque también en el presente, ese mismo pueblo sabe que su lucha que es nuestra lucha, romperán con esas carlancas y con esa continuidad de la historia de la dominación y vendrá la emancipación de la patria, la ruptura histórica y creadora, porque cuando llegue el momento, no habrá retroceso.