Los que somos
militantes de la utopía, seguimos soñando que es posible un mundo o una
civilización, distinta a las que conocemos, que la patria no es un concepto
abstracto, que la misma es cada uno de nosotros y que en ese espacio geográfico
llamado por nuestros indígenas Abya Yala, donde nuestro pueblo sufre y ama, ríe
y llora, se ilusiona, se llena de esperanzas, se cae pero se levanta, de
rencores y odios, que a veces conversa cuando le dejan hacerlo, que canta, baila
y a ratos se pelea, termina siempre sonriéndole a la vida. Pero sonríe, porque
sabe que más temprano que tarde habrá futuro, para que las generaciones que
vienen, no tengan las cadenas del colonialismo, porque también en el presente,
ese mismo pueblo sabe, que su lucha que es nuestra lucha, romperán con esas
carlancas y con esa continuidad de la historia de la dominación y vendrá la
emancipación de la patria, la ruptura histórica y creadora, porque cuando
llegue el momento, no habrá retroceso.
Enrique contreras Ramírez
Hoy más que nunca, América Latina y el Caribe
reclama un nuevo proyecto civilizatorio que se encuentre en el marco de la
convivencialidad, con sus respectivas características: Solidaridad,
Reciprocidad y Amor por la Humanidad y la Tierra.
La Solidaridad asumida como una responsabilidad de
todos, es colectiva. Esta se encuentra en el marco de la dimensión humana y su
expresión o manifestación concreta,
implica el compromiso solidario de ayudar a elevar en el colectivo
humano, sus niveles de vida, en función del bien común, es un compromiso
fraternal, se encuentra en la defensa de la dignidad del ser humano, su
promoción en un acto sublime de mucha entrega y de amor por los semejantes,
además de ser un acto de responsabilidad social.
Reciprocidad es un acto de obligación humana, innato
que exige un compromiso moral, pues se trata de comportarnos con los demás
cualesquiera que sean, como desearíamos que los demás se comportaran con
nosotros, es un trato de absoluta igualdad, sin distingos de clases, pues éstas
no deben existir, credos, religiones, razas, ideologías, sin relaciones de
poder, donde los seres humanos deben ser en todo momento, hermanos. Esto es
para muchos como la utopía inalcanzable, pero es el reto que debe asumir la humanidad
en un proyecto de civilización que reivindique la dignidad de los seres
humanos. La utopía es la aspiración natural de la humanidad para la
realizaciones de sociedades más justas, es anti dogmática, humanismo
integrador, libertad, trabajo solidario y socialmente necesario, hermandad, es
parte de la dialéctica porque es constante, es de ayer, hoy, mañana y siempre.
Los procesos de cambio, de transformación, de
revoluciones auténticas y verdaderas en las utopías de los pueblos, representan
necesariamente un proceso de construcción que hacen los pueblos en colectivo y
no los partidos, ni las vanguardias, ni los gobiernos, es hacer caminos, es
reconocernos en términos de igualdad entre los seres humanos, es cooperación y
al mismo tiempo, compartir sacrificios y muchos esfuerzos, es perseguir y
recorrer caminos hasta encontrar objetivos comunes donde se aspire a un mañana
mejor, para que el sol salga para todos y la “aurora de la libertad y la
justicia resplandezcan en el horizonte de la patria”, como dice la cantata de
Fabricio Ojeda.
Esos procesos de cambio y transformación deben
expresar un profundo amor por la
Humanidad y la Tierra, se trata de
construir una ética que implique un respeto profundo por los derechos humanos y
del medio ambiente natural. Es construir un lugar para la convivencialidad
donde el hombre viva en armonía con la naturaleza, es un espacio para la
práctica de la libertad que conlleve a valorarnos como seres humanos, a
elaborar una deontología y una axiología con convicciones críticas y
comprometidas que rechace toda actitud, comportamiento y acción que intente
agredir y violentar la dignidad humana. Es unir la solidaridad, la reciprocidad
y el amor por la humanidad y la tierra para construir un nuevo modelo
civilizatorio que nos lleve a elaborar una nueva sociedad, un proyecto
civilizatorio sin relaciones de poder y por lo tanto, sin oprimidos y sin
opresores.
LA
UTOPÍA PRODUCE HOMBRES LIBRES
Y EMANCIPADOS
Desde
esta bandera, proclamamos la necesidad de parir un nuevo modelo social y económico,
una nueva civilización, ajustada a nuestras realidades, que recupere nuestra
idiosincrasia, nuestro pensamiento mágico-religioso, nuestra cultura, nuestra
libertad, nuestra auténtica forma de ser, que recupere nuestros ríos,
quebradas, lagos y mares, nuestros bosques, nuestra fauna y donde seamos
capaces de convivir en armonía con
nuestro medio ambiente natural. Es la civilización de la esperanza, del nuevo
amanecer, donde el sistema de producción que se genere, no sea para producir
mercancías y llevarlas al mercado de la oferta y la demanda, sino para producir
hombres libres y emancipados. Un nuevo modo de producción, capaz de satisfacer
las necesidades del ser humano, que le dé tiempo al ocio creador, a ser libre,
solidario, fraternal, educarse en plena y absoluta libertad, capaz de romper
con la dependencia tecnológica y científica conocida hasta ahora y que sólo
está al servicio de los que la pueden pagar. Una sociedad capaz de romper con
las relaciones de poder para abrirle espacios a la libertad.
Muchas
de las ideas aquí expuestas, forman parte del debate colectivo que Tercer
Camino tiene dentro de sus estructuras organizativas y que muchos sectores
revolucionarios en América Latina y el Caribe libran, es la búsqueda de
alternativas distintas a las conocidas hasta ahora, cada quien las toma y las
adapta a sus realidades, se trata de encontrar un camino propio, que devuelva
la esperanza a esa inmensa mayoría de excluidos, que aspirando y esperando cambios y transformaciones de su
modo de vida, han caído en la frustración de sus sueños libertarios y de la
posibilidad de tener una patria que
dignifique la vida en comunión.
La
connotación que en general le doy a este artículo, las ideas y argumentos, bien
pueden resumirse en el intento de establecer criterios en un punto común: que
alimenten el debate y sean capaces de romper las cadenas que atan el
pensamiento libertario, emancipador y utópico para la construcción de la nueva
civilización. Lo expuesto aquí, es parte de la discusión que en la actualidad
llevamos a cabo en el colectivo Tercer Camino.
Se trata de la construcción de un
modelo societario distinto y totalmente opuesto a cualquier forma
“civilizadora” de las que nos tienen acostumbrados, llamase capitalismo o
socialismo. Buscar una nueva civilización, sin desestimar los aportes que nos
pueden dar las teorías revolucionarias, que nos hagan independientes,
solidarios y protagonistas de nuestros propios procesos históricos.
Hoy
día, requerimos de procesar y repensar la información, el conocimiento y las
teorías transformadoras, para recrearlas, esto implicaría la elaboración de un
corpus teórico propio. Que surja de realidades concretas en el tiempo y en
nuestro espacio, partiendo de lo que fuimos socioculturalmente a comienzos del
poblamiento de este nuestro continente latinoamericano. Buscar y encontrar en
este legado histórico-concreto nuestra razón de ser, existir y vivir.
Hallar en esas áreas culturales el
modo de ser indiano, latinoamericano, su espiritualidad, su religiosidad, sus valores,
su ética, su filosofía, sus creencias, en otras palabras, su cosmogonía del
mundo.
Este planteamiento, nos obliga a
revisar conceptos como “desarrollo”, “tecnología, “ciencia”, “progreso”,
“sociedad”, “crecimiento”, “industrialización”, “civilización”, “democracia”
-entre otros- ya que los mismos han dejado en nuestro territorio solamente
miseria, hambre, marginalidad y dependencia.
Estas versiones no han respondido a
nuestras necesidades como nación y como pueblo. En estos conceptos todos occidentalizados
e impuestos desde la colonia hasta nuestros días, por quienes siempre nos han
dominado, son tramposos, los han utilizado para la colonización y ahora para la
recolonización de nuestro continente, para hacernos más dependientes, más
subdesarrollados e imponernos modelos de civilización, que además de explotar
al hombre, ahora buscan la destrucción del mismo, en ese nuevo modelo de
dominación llamado globalización.
LA DISCUSIÓN NECESARIA
En
el marco de estas reflexiones y de otras posiciones que vienen sosteniendo el
movimiento revolucionario latinoamericano, es donde hay que buscar, el modelo
civilizatorio que queremos, para evitar repetir los errores de otros pueblos y
no entramparnos nuevamente, en malas interpretaciones y fusiones que nos puede
conducir al fracaso tan frustrante y castrador de los mal llamados
“socialismos”.
Es obligatorio reunificar los
esfuerzos, robustecerlos, ampliarlos, fortalecer las utopías de nuestros
pueblos y al propio movimiento revolucionario, para impulsar y fortalecer la
lucha insurgente de la nación latinoamericana.
Es plantearnos el enfrentamiento, en
la unidad de nuestras gentes, que conduzca al derrocamiento, de las
oligarquías, de las burguesías, de las clases políticas, tanto de la derecha
como de la mal llamada izquierda del sistema dominante, para que de paso a la
ejecutoria de un programa mínimo de contenido patriótico, nacionalista y de
auténtica participación de las muchedumbres, con carácter antiimperialista y
antiglobalizador.
No se trata de hacer vulgares
reformas en nombre de la “revolución” y de hablar de la perfectibilidad de la
“democracia” para seguir engañando a los pueblos, para seguir cabalgando sobre
conceptos occidentales, en función de dejar en la práctica las cosas como
están. Sobre el tema Kleber Ramírez (1991) señalaba lo siguiente: “En estas
condiciones, ciertos políticos teorizan diciendo que debemos luchar por la
perfectibilidad de la democracia, pero por supuesto, siempre en el sentido de
las reformas. Pero ellas son las que se pueden ir acumulando en las diversas
etapas; ahora hemos llegado al final del ciclo; las reformas adquieren un
sentido vacuo, en vez de entusiasmar producen reserva, porque la gente intuye
que son cambios para que todo siga igual, cuando de lo que se trata es de
realizar profundas transformaciones.
Es aquí donde
asimilamos el accionar político, la lucha por la consecución de objetivos
político-sociales claros y precisos, con una marcha incesante en pos del
horizonte, hacia una perfectibilidad continua.” (RAMÍREZ, Kleber. “Venezuela la IV República. Caracas, 1991.pp. 173).
Se trata de construir un pensamiento propio y emancipador, es parte de
la dialéctica, donde no puede haber fronteras, donde nos encontremos con
nuestros sueños, el humanismo militante, la solidaridad, los revolucionarios,
los militares patriotas, la iglesia comprometida, la desobediencia, los
patriotas rebeldes, la insurgencia popular,
la esperanza y la conjura, para hacer de la utopía un proceso ontocreador
que nos conduzca a la emancipación de nuestros pueblos y la construcción de un
modelo civilizatorio que ennoblezca la vida.
Los que somos militantes de la
utopía, seguimos soñando que es posible un mundo o una civilización, distinta a
las que conocemos, que la patria no es un concepto abstracto, que la misma es
cada uno de nosotros y que en ese espacio geográfico llamada por nuestros
indígenas Abya Yala, donde nuestro pueblo sufre y ama, ríe y llora, se
ilusiona, se llena de esperanzas, se cae pero se levanta, de rencores y odios,
que a veces conversa cuando le dejan hacerlo, que canta, baila y a ratos se
pelea, termina siempre sonriéndole a la vida. Pero sonríe, porque sabe que más
temprano que tarde habrá futuro, para que las generaciones que vienen, no
tengan las cadenas del colonialismo, porque también en el presente, ese mismo
pueblo sabe que su lucha que es nuestra lucha, romperán con esas carlancas y
con esa continuidad de la historia de la dominación y vendrá la emancipación de
la patria, la ruptura histórica y creadora, porque cuando llegue el momento, no
habrá retroceso.