Colectivo PRV-Tercer Camino
Nuevamente se inicia en Venezuela
otro proceso electoral, para solamente consolidar los privilegios que
tiene la clase política venezolana y particularmente las elites de los
partidos políticos, es muy difícil creer que en la “oposición” “HAY UN
CAMINO” o que el candidato del gobierno es el “EL NUEVO CORAZÓN DE LA
PATRIA”. Semejantes consignas burlan el sentimiento de un pueblo que sigue
aspirando realmente que su destino cambie, en el cuadro de la justicia social.
Pensar que mientras convierten a
un pueblo, sobre todo a las clases sociales más humildes, en simples mendigos,
donde se le otorga las migajas que la clase política en campaña electoral les
asigna a través de becas, ayudas, mercados, pacas de cemento, hojas de zinc,
una cocina o un televisor y “empleos” temporales en forma de contratos, las
clases políticas disfrutan con gran voracidad la renta petrolera que pertenece
en igualdad de condiciones a todos los venezolanos.
En éste país, cualquier
alcalde, concejal, gobernador, ministro, diputado o cualquier otro funcionario
de alta jerarquía, cambia de estatus social y económico al no más tomar el
poder y allí comienza su carrera de enriquecimiento.
Esta relación hay que hacerla,
porque la clase política de ayer y la de hoy, siempre ha tenido esta conducta
incólume, representan el sector parasitario del Estado, porque se alimenta de
él, sin mayor esfuerzo, sin mayor consideración, sin mayor vergüenza,
degenerados por la riqueza mal habida, producto del saqueo, el robo y el
tráfico de influencia. Unos, los de ayer, a nombre de la democracia y los de
hoy, a nombre del socialismo del siglo XXI.
El día que nuestro pueblo decida
levantarse y tomar el cielo como lo hace nuestro Cóndor de los Andes, sin
límites y restricciones y donde la libertad, acompañada de la justicia social,
elimine los partidos políticos, los privilegios económicos de los
parlamentarios, se elimine la figura presidencial a cambio de una junta de
gobierno (por ej.), donde las elecciones sean por uninominalidad y expresión
directa de las comunidades a través de una Constituyente Originaria, estaremos
marcando el camino hacia la verdadera democracia participativa y protagónica
del pueblo, para darle horizontalidad al nuevo gobierno, sin relaciones de
poder, que surja de un hecho constituyente, capaz de aplastar las viejas civilizaciones.
Desde luego que plantearse esto, resulta una herejía para las clases políticas
y económicas y una utopía para los que militamos en la misma. Utopía y
herejías, que la historia se ha encargado a través de sus categorías
(espacio-tiempo-humanidad) de no negarlas y que son posibles de realizar.
Los que estamos militando en la
utopía, los que no creemos en los procesos electorales tal y como están
planteados para cambiar el sistema, seguimos perseverando, en la lucha por un
nuevo modelo civilizatorio, pues hasta el momento lo que se ha intentado no ha
servido para hacer revolución, pues creemos que los discursos del gobierno
sirven para ganar elecciones y no para hacer revoluciones.
Hoy más que nunca, hay que
aprender de las experiencias del pasado, Fabricio Ojeda nos decía al respecto:
“La propia experiencia, además del estudio de la teoría política, demuestra que
a esta altura de la historia, nada tiene que buscar nuestro país en el cambio
de una camarilla por otra; o de un partido o grupo de partidos por otro partido
o grupos de partidos. Lo que se trata de lograr es un cambio revolucionario, de
fondo, en la composición social del gobierno que sea capaz de modificar las
estructuras mismas del país y consolidar un régimen independiente, liberado del
imperialismo y la oligarquía. La magnitud y causas de los problemas nacionales
requieren, sin duda, la conquista del Poder por una alianza de las clases
populares democráticas y progresistas con la fuerza suficiente en lo político y
militar para hacer frente a las fuerzas de la reacción. (Ojeda, Fabricio. “La
guerra del pueblo”. Edit. Domingo Fuentes. Caracas. 1970. pp. 50-51).