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Revolución Continental

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martes, 5 de octubre de 2010

¡FUERA DE ABYA-YALA AGROISLEÑA C.A.!

El reciente decreto firmado por el presidente de la República Bolivariana de Venezuela, Hugo Rafael Chávez Frías, expropiando a las transnacionales de la contaminación del suelo venezolano tiene tanto valor como cualquiera de las más significativas batallas de nuestra cruenta y heroica guerra de independencia hispanoamericana.

Demos una mirada retrospectiva al pasado y entenderemos por qué:
La filial de la Monsanto Agroisleña y su compinche Agroflora, son resagos de las despiadadas políticas económicas de conquista y colonialismo –instrumentadas en el saqueo y piratería- que nos impuso el imperio español, desde que Carlos V, arbitrariamente, alquilara estos territorios a los Belzares, banqueros alemanes que hasta mediados del siglo XV, impunemente asesinando pobladores originarios, usufructuaron nuestras riquezas

Bajo el derecho indiano, impuesto a sus nuevos dominios, las reales audiencias legitimaban tal despojo … Si la Santa Inquisición formó parte del combo… por lo menos hay excepciones como la Brevísima relación de la destrucción de las Indias escrita por Fray Bartolomé de Las Casas: “La causa por que han muerto y destruido tantas y tales e tan infinito número de ánimas los cristianos ha sido solamente por tener por su fin ultimo el oro y henchirse de riquezas en muy breves días…: por la insaciable codicia e ambición que han tenido, que ha sido mayor que en el mundo ser pudo, por ser aquellas tierras tan felices e tan ricas, e las gentes tan humildes, tan pacientes y tan fáciles a sujetarlas…”

La resistencia indígena en el “mundo recién descubierto”, simbolizada en Guacaipuro -en nuestro caso- , es la misma de Túpac Amaru, la de los cocaleros y tantas etnias que hoy apoyan al Aymara Evo Morales en la república hija consentida del Libertador, y salvando tantas distancias, la de Sabino Romero hoy día en la sierra de Perijá.
La rebelión de José Leonardo Chirinos y de tantos palenques, cumbes y quilombos a lo largo y ancho de esta tierra en ebullición por la libertad, siempre estará ligada a la explotación de la tierra, al sometimiento y a la esclavitud de nuestros hermanos africanos, para construir ese infame modelo de propiedad feudal imperialista de entonces y con renovados blasones en la actualidad. Transnacionales como la Guipuzcoana que en esa época colonial monopolizaban el comercio con la metrópolis, prefiguran esos monstruos de la dominación, como la expropiada AGROISLEÑA C.A, que hoy tanto escandaliza y defienden sus secuaces de Fedecámaras y los sectores seudo-industriales apátridas de la oposición venezolana.

No es casualidad que en esos tiempos del inventamos o erramos Simón Rodríguez haya trazado inequívocamente la línea: “Una revolución política pide una revolución económica… Si los americanos quieren que la revolución política, que el peso de las cosas ha hecho y que las circunstancias han protegido, les traiga bienes, hagan una revolución económica y empiécenla por los campos…

Ezequiel Zamora, general de Tierras y Hombres Libres, sempiterno fantasma de las oligarquías venezolanas de ayer y de hoy, el audaz vencedor de Santa Inés, no pudo ser más directo en su exhortación: “Cuando Dios hizo el mundo repartió en común el agua, el sol, la tierra, ¿por qué entonces los godos se han apoderado de las mejores tierras, bosques y aguas, que son propiedad del pueblo?”

La historia que siempre nos va recogiendo la cabuya… Nos retrotrae al escenario de un país agrícola, cuando los alemanes de la Casa Steinworth, a través de sus sucursales en Maracaibo, Cúcuta y San Cristóbal, controlaban, en este eje de la media luna, las actividades financieras y comerciales, explotación de recursos naturales y agrícolas, como el café y otros rubros. En la capital del Táchira llegaron a tener colegios donde se hablaba alemán; y es bueno recordar que ante la invasión del general Garbiras en 1901, promovida por el gobierno colombiano y sus agentes extranjeros, ante el ataque encarnizado contra la Casa Steinworth, donde se habían atrincherado en su defensa las tropas locales comandadas por el general colombiano Uribe Uribe y el gobernador Celestino Castro, uno de los voceros de la transnacional alemana reclamó soberbiamente a Cipriano, quien era el presidente en Caracas, el resarcimiento de los daños materiales ocasionados, so pena de posteriores amenazas, y que aunque éste reconociera de inmediato -vía telégrafo- reconocer tal deuda por parte del gobierno, posteriormente al siguiente año, con la invasión de naves extranjeras en el puerto de La Guaira, se vieron reflejadas en la imborrable proclama del capachero: “Venezolanos!..la planta insolente del extranjero invasor, ha profanado el suelo sagrado de la Patria!”

La traición siempre anda rondando… y a partir del reinado del Brujo de La Mulera, quien mediante el terror y el poder, bajo la complicidad del incipiente imperio norteamericano, cuando no de la astucia y el engaño, junto a familiares y amigos, hizo de la patria su hacienda personal, consolidando como nunca antes jamás el régimen del latifundio: terreno abonado para el éxodo de las grandes masas de campesinos a las ciudades en busca de la quimera petrolera.

Ni qué decir de la masacre de las bananeras en la población de Ciénaga en 1928, retratadas fielmente por Jorge Eliécer Gaitán, con injerencia de la Unite Fruit Company, el mismo musiú, Chiquita Brands, pero con diferente cachimbo hoy, cooperadora junto a grupos paramilitares de la eliminación de líderes sindicales, como en el tiempo circular de Cien Años de Soledad. Con todas sus prácticas de conspiración y crimen, en complicidad con la CIA, también podemos adosar a esta transnacional el golpe de estado a Jacobo Arbenz en 1954, por intentar constitucionalmente una reforma agraria que procuraba expropiar el 90% de las tierras en manos de Unite Fruit Company a los campesinos explotados de Guatemala.
He ahí algunas razones por las cuales legislar a favor de las grandes mayorías, despierta tanta roncha en los sectores más recalcitrantes de la oposición venezolana, lacaya de las transnacionales del imperio; responsables de tanto ecocidio, como fumigaciones aéreas realizadas en extensivos sembradíos para combatir el gusano del arroz en los campos de Barinas, donde ni el canto de los pajaritos se volvió a oír. La población del Cobre, refugio del guerrillero Juan Pablo Peñaloza, y de ancestral tradición agrícola, en el municipio José María Vargas del estado Táchira, es una de las más afectadas en cuanto a niveles de contaminación por agro-tóxicos, que contaminan sus suelos y sus aguas, además causar alteraciones genéticas en recién nacidos hijos de padres afectados por la manipulación
de tantos agroquímico y “fertilizante” letal.

¡La soberanía alimentaria en manos del enemigo perfectamente visible!
Más que suficiente para decir a coro ¡Fuera AGROISLEÑA C.A. DE Abya-yala! Tierra en Plena Madurez, como llamaron los indígenas de la etnia Kuna en Panamá.

FREDDY ARAQUE / Fredy.araque@gmail.com