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Revolución Continental

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viernes, 11 de octubre de 2013

El capítulo desconocido del Miss Venezuela



MARELIS PÉREZ MARCANO 
Ciudad Caracas 10/10/13.-

Cuando en 1972, un grupo de estudiantes de diversas Escuelas de la UCV, especialmente de la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales, de Humanidades y Educación acordamos sabotear el emblemático “concurso de belleza” Miss Venezuela, se estaba iniciando en el país la ola de los movimientos feministas autónomos, caracterizados por tener una estructura de funcionamiento propio y la construcción de conceptos y definiciones emanadas de búsquedas por la visibilización de las mujeres en su condición de ciudadanas de plenos derechos sin discriminación alguna y demandando relaciones igualdad con los hombres en todas las instancias, iniciándose así la construcción de un lenguaje y acción propia desde la perspectiva de los derechos e identidad de género de las mujeres.

La utilización de la mujer como objeto sexual y el maltrato en la vida conyugal y en la relación de pareja, eran los aspectos de mayor interés en el debate, asunto que nos condujo a buscar denunciar el trasfondo político-económico del llamado “concurso de la belleza de la mujer venezolana”, orientado hacia la mercantilización de su cuerpo, profundizando con ello la cultura patriarcal de desvalorización de la mujer.
Tradicionalmente, el activismo político de las mujeres provenía fundamentalmente de las llamadas “secretarias femeninas” de los partidos políticos, donde se cumplían actividades, especialmente de apoyo en finanzas y movilización para actos políticos diversos sin una visión o perspectiva de género.

UTILIZACIÓN DE LA MUJER

En la UCV comenzamos por organizarnos en un colectivo feminista que editaba un boletín informativo denominado La Cosa, para denunciar cómo la sociedad capitalista trataba a las mujeres: como un objeto, como “una cosa”. En las escuelas de Sociología, Comunicación Social y Educación, elaborábamos carteleras con este discurso radical contra los estereotipos de “belleza” con los que se pretendía cosificar a la mujer, es decir, tratarla como un objeto, como una cosa, encerrando su conciencia en un conjunto de patrones de conducta que definían “lo que era ser bella”, para así convertirla en instrumento de consumo de productos de “belleza” y, simultáneamente, para que el cuerpo de la mujer sirviera para promover la venta de estos productos, transformando los senos, las piernas, la cabellera, los glúteos, el cuerpo femenino en una herramienta de promoción y venta de mercancías.

Fueron estas discusiones e inquietudes las que nos condujeron a planificar el saboteo al Miss Venezuela. Sabíamos lo difícil y complejo del asunto dado el poder de quienes controlaban dicho concurso y por tanto la vigilancia existente, así como la atención que producía el mismo en la sociedad venezolana. Y, efectivamente, golpes, empellones, amenazas, insultos de todo tipo y sustos, por supuesto, aunque también nos reímos mucho ante la sorpresa y el impacto que produjo a los organizadores del evento. Pero valió la pena la acción, porque a partir de allí hubo mayor interés sobre la organización de los movimientos autónomos de mujeres.

En 1973, con el surgimiento de la Liga por los Derechos del Pueblo y el Socialismo-Liga Socialista, fundada por nuestro inolvidable Jorge Rodríguez, muchas de nosotras, que participábamos en La Cosa y que veníamos de la militancia revolucionaria con la Organización de Revolucionarios (OR), decidimos separarnos, ante la negativa de varias compañeras de articular el feminismo con las luchas políticas revolucionarias, creando entonces la Liga de Mujeres como parte de los Frentes Sociales de la Liga Socialista, superándose así la vieja concepción de los partidos políticos de la “secretaria femenina”: el Movimiento al Socialismo (MAS), con Argelia Laya a la cabeza, fue de los primeros movimientos amplios de mujeres y, luego, el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) y el Partido Comunista de Venezuela (PCV), impulsaron también sus propias organizaciones de mujeres, como movimientos sociales amplios. Después, en los 80, se crea la Coordinadora de Organizaciones no gubernamentales de Mujeres que agrupa indistintamente de su posición política-ideológica, a todos los colectivos feministas de la época, incluyendo las Casas de las Mujeres.

MERCANTILISMO FEMENINO

El capitalismo todo lo mercantiliza, todo lo convierte en “una cosa” que sirva a su proceso de acumulación de capital. La incorporación masiva de las mujeres a los procesos productivos y de servicios, a las relaciones de trabajo remunerado, luego de siglos de tenerla reducida exclusivamente a “las labores del hogar”, al trabajo doméstico no remunerado, convirtieron a la mujer en una compradora-consumidora. De ahí que el capitalismo, a través de una publicidad constante, promueve un estereotipo o “modelo” de mujer donde combina la imagen de “mujer-ama de casa”, “mujer-sexo-erótica” y “mujer-bella”, haciendo a ésta no solo compradora de sus mercancías relativas al “hogar” y la “belleza”, sino que, además, la convierten en una herramienta cuyo cuerpo vende. De allí el estereotipo que crea la publicidad de “mujer-bella, insinuante, seductora”, promoviendo el erotismo y la imagen física del “cuerpo perfecto”, haciendo de la imagen de la mujer un objeto sexual.

La publicidad de los capitalistas, utilizando a la mujer como objeto sexual o “maternal”, expresa su desprecio hacia ella como ser humano integral que juega un papel fundamental en la sociedad, y solo usan su imagen y su cuerpo para vender sus mercancías y acumular riqueza.

EMPODERAMIENTO INTEGRAL

Las mujeres debemos asumir el reto de desarrollar y defender nuestra cultura de identidad de género: tener plena conciencia de nuestros valores y fortalezas superadora de la subordinación y discriminación de género y la imagen estereotipada de “belleza femenina” impuesta en la sociedad patriarcal capitalista y avanzar hacia una plena conciencia de nuestro papel protagónico en el logro de un cabal funcionamiento de la familia, el Estado y el conjunto de la sociedad en las condiciones actuales de construcción de una nueva democracia participativa y protagónica con visión de equidad e igualdad de género. Internalizar y generar una conciencia de ser y de poder que nos conduzca a un empoderamiento integral y efectivo para jugar un decisivo papel en los procesos de transformación que demanda la Revolución Bolivariana y la construcción del socialismo feminista. Solo así podremos derrotar la manipulación alienante que nos lleva a aceptar como válidos e inmutables los estereotipos de “mujer bella”, “exitosa” a través de la imagen corporal que los “concursos de belleza”, como el Miss Venezuela, buscan imponer.

Los llamados “concursos de belleza”, como el Miss Venezuela, Miss Universo, Miss Mundo, no solo forman parte de la red capitalista internacional articulada a poderosas firmas norteamericanas y europeas de la industria de cosméticos, joyas, trajes, calzados, perfumerías, que publicitan al mundo dichos productos, sino que desde allí promueven modelos colectivos de comportamiento y formas de conducta “del ser mujer bella, exitosa”, teniendo el cuerpo como instrumento.

Los capitalistas utilizan la imagen de la mujer a través de estos concursos para posesionar sus productos en el mercado internacional y para continuar profundizando la ideología patriarcal de la mujer como cuerpo que vende y no como ser sensible, pensante y creador. El señor Osmel Sousa durante décadas ha venido explotando a la mujer venezolana con estos concursos, pero, además, sometiéndola a un trato humillante, discriminatorio, que bien vale la pena que las instancias de defensa de los derechos de las mujeres pudiéramos someter a investigación.