La Guarura
Los votos lo dijeron clarito, el
pueblo del 27 de febrero, el pueblo leal al mensaje libertario y la obra
justiciera de Chávez, salvaron al límite este proceso en el momento en que ha
podido desmoronarse por la acumulación arrogancias y garrafales errores que
vienen conjugándose con los años. La votación prácticamente 50 a 50 tiene sus
antecedentes en estos 14 años, pero en este caso no es lo mismo ni mucho menos
tomando en cuenta los altos índices de participación electoral, en este caso se
trató de un ejercicio estrictamente de lealtad (y reitero lo de la lealtad
porque mucho del clientelismo político comprado por la maquinaria burocrática
en este caso desvío por centenares de miles sus votos a la derecha sin
complejo) hacia el propósito revolucionario. No obstante y no estando Chávez
como candidato podemos asumir que es inmensa la sombra revolucionaria regada
como hegemonía de los valores transformadores en estos años la que garantizó la
ínfima victoria.
Pero al mismo tiempo tal y como
le sucedieron en los terribles años treinta europeos a aquellos dirigentes como
Bujarin o Zinoviev y casi toda la dirigencia bolchevique original, esa lealtad
se vivió en sus últimos días como una tragedia, como aquellos que aceptaron ser
acusados como los más viles conspiradores a la patria y la revolución obrera
solo por salvar la causa final revolucionaria aunque el déspota de Stalin sea
quien la liderice. Dieron toda su vida -fueron fusilados- y su gloria por la
causa final del pueblo, al menos así los ha salvado la historia al
interpretarlos de esa manera. Si tuvo sentido o no el gesto degradante de
sumisión al déspota de aquellos hombres en el momento histórico que les tocó
vivir, todavía podemos discutirlo. Lo que sí no tiene ningún sentido es que
nosotros, esa mitad del pueblo venezolano, en una circunstancia radicalmente
distinta, donde no hay déspota de por medio y no son nuestras vidas vidas
individuales las que tenemos que medir en valor frente a una gigantesca causa
revolucionaria, que vivamos igualmente esto como una tragedia. Es decir, que la
lealtad del voto expuesto este 14 de Abril se convierta en un acto donde a
conciencia oculta sabemos que esto es una causa perdida bajo el esquema de
política, mando y comunicaciones que se ha solidificado a través de la costra
corporativa-burocrática impuesta, pero aún así como último gesto y por odio a
la vieja oligarquía tan bien sintetizada políticamente en Capriles, nos tiremos
al río sin hacer nada y nos convirtamos en un “voto despido” por sumisión y por
silencio.
Esa tragedia en nuestro caso es
inaceptable precisamente porque al contrario de la URSS aquí no hay otro
despotismo que el potencial fascismo de la derecha, porque nosotros podemos
decirle ¡basta! con todo derecho y moral para hacerlo a toda esa realidad que
ha supuesto el quiebre monetario, la vida del cacique Sabino entre tantos, el
desmoronamiento del salario por inflación, la burocratización del liderazgo
popular, el lenguaje moralista en boca de quienes lo niegan todos los días con
su corrupción, el cierre del debate y la transparencia de verdades en los
sistemas públicos de comunicaciones, el verticalismo cooptativo de partido, las
finanzas para banqueros y jamás para el desarrollo autogestionario de inmensas
fuerzas productivas que podríamos potenciar, la misión social social en manos
de camarillas burocráticas inútiles y arrogantes. No hay derecho a que nuestra
ínfima mayoría nos comportemos como Bujarín o Zinoviev. Aquí por razón de vida
o muerte de la revolución por el contrario hay que alzar la palabra, lo otro es
por seguro una guerra que la gran burguesía ya tiene todas las posibilidades de
desatar de nuevo pero en este caso con un pueblo desmoralizado porque perdió la
guerra inmediata contra los monstruos que nosotros mismos hemos dejado que se
creen que crezcan y terminen hegemonizando el comportamiento real y discursivo
del gobierno. No tenemos derecho a ello. Ni el más beneficiado por el
consentimiento monetario del gobierno a tantos grupos de base tienen derecho a
ello. El silencio, la autocensura, la criminalización del disenso y la lucha,
el no ejercicio con dignidad y sin descanso de los derechos populares
conquistados, es la traición originaria, el “salto de talanquera” es solo que
viene a consecuencia, así nos fusilamos éticamente hasta no valer nada.
La lealtad por tanto tenemos que
vivirla hoy como nunca como una esperanza radical. Como una autocrítica
profunda frente a la quietud del silencio y la falta de autonomía política del
pueblo en lucha, frente a la sumisión que muchos cuadros nobles de gobierno
aceptan por lealtad a un ideal genérico que nada tiene que ver con sus jefes.
Como una conciencia de que estamos a las puertas de una nueva ofensiva fascista
que puede sin mayor problema desatar una conspiración inmensa contando con la
traición interna que hoy se va a desatar y que ayer 14 de Abril mismo comenzó a
funcionar al dar falsos avances de victoria al mediodía y desmovilizar a última
hora la capacidad de arrastre que pueden tener las “multitudes movilizadas”
como en efecto pasó el 7 de Octubre. Prácticamente ocho millones o más de
cuerpos y conciencias que han hecho de la revolución verdadera su deseo y su
necesidad vital es un caudal inmenso para enfrentar lo que venga, un milagro maravilloso
de nuestra rebelión. Pero aquí es obligatorio actuar sin compasión con nada, el
gesto compasivo como dicen los brujos naguales mexicanos no es más que una
compasión hacia nosotros mismos, un gesto de miedo y debilidad que nos impide
mover las energías internas necesarias para comprender y enfrentar la realidad
que sea, desdoblándonos en los propios hechos, ayudando al otro aplastado a
alzarse contra su condición y sin compasión. Por ello se trata de una esperanza
radical donde asumimos de raíz nuestra condición de revolucionarios pase lo que
pase. Los retos más difíciles, la contrarevolución más agresiva como siempre ha
sido desde hace 24 para acá debe engrandecernos. Lo que pasó ayer nos debe en
ese sentido llenar de alegría porque hacía falta un hecho crucial, al límite de
un definitivo abismo para hacer renacer el alma real de la historia actual
venezolana, y nuevamente llegamos a él para poner a prueba la verdad
libertadora que hemos defendido. Desde Nicolás para abajo, independientemente
de juicios y de quien es y ha sido el presidente y quien el simple militante
pero que lo mueve todo, estamos obligados a entrar en esa lealtad esperanzada
que no se somete a nada, no tenemos derecho al sometimiento. Pero igual, estas
alturas y priori no podemos creer en nadie, ese privilegio con justificación o
no solo lo tuvo Chávez y ya no está y todo lo dejó…cada quien tendrá que
probarse en los hechos y en su inteligencia, en su capacidad comunicante,
organizadora y luchadora, en su capacidad de inventar en su terreno toda esa
política hoy más que nunca posible de crear una patria libre y de autogobierno
del pueblo, armas en mano. Vivir en la alegría y el reto de la esperanza,
asumir de lleno lo fuerte y hermoso que es ¡por fin! vencer la opresión
imperial y capitalista….nuevamente llegó la hora de la verdad ¡somos Chávez!,
pero en este caso ya esta no tiene después.