Freddy
Araque
El
pasado encuentro de Puerto Ayacucho, entre los presidentes Nicolás Maduro y
Juan Manuel Santos, como es común en la artera diplomacia gobernante neogranadina,
nuevamente para venezolanos y colombianos de a pie, pasará sin pena ni gloria, y
seguirá así..., mientras que la toma de decisiones políticas, anchas y ajenas, inconsultas
y arbitrarias se impongan a los intereses de los pueblos —dolientes e
inevitables llorones del muerto— que habitan el espacio común fronterizo, por parte de sendos gobiernos, que, invocando
—siempre enhorabuena— una historia común Bolivariana, aunque en la praxis,
taxativamente, hoy exhiban opuestos límites ideológicos...
Nuevos
brotes en la coyuntura histórica: socialismo vs capitalismo; ayer, Bolivarianismo
vs Santanderismo; tiempos de Cossiata y disolución de la Gran Colombia; centralismo
vs federalismo; leguleyería y afinidad al incipiente imperio yanqui; y por
supuesto, el infaltable epíteto de dictador a todo gobierno progresista, fielmente
expresado desde el boicot a la Convención de Ocaña de 1828, y ,de nuevo,
fielmente reflejado por esa misma goda élite colombiana, al reconocer a Pedro
Carmona Estanga, tras el efímero golpe de estado del 11 de abril de 2002,
contra Hugo Chávez, presidente electo de la República Bolivariana de Venezuela.
Ante lo
cual no es nada aleatorio que en Venezuela, a partir de 1998, con la llegada al
poder de la Revolución Bolivariana, nos “empuntemos”,
como decía mi abuela, en retomar las banderas del socialismo, proclamadas desde
distintas luchas políticas y experiencias a lo largo de todo el historial latinoamericano
de los siglos XIX y XX, Guerras de Independencia, Guerra Federal acaudillada
por Zamora, Restauradora de Cipriano Castro, Revolución Mexicana, lucha
liberadora de Sandino en Nicaragua, por mentar algunas, pero con especial
énfasis la triunfante Revolución Cubana de 1959, inspiradora de nuestra
traicionada lucha armada de los años sesenta, bajo los férreos años de la dictadura
del Pacto de Punto Fijo —aún con su legado gomecista— impuesta por Washington y
su corporativo modelo de explotación petrolera junto al adoctrinamiento militar
y criminal impartido desde La Escuela de las Américas.
Diplomacia
y política siempre han ido de la mano, pero a veces, más de las veces…, tal es
el caso de la diplomacia del país vecino; hay que observarles (y aprender la
lección para desaprender) que han sido audaces, por no darles otro
calificativo, en haber interpretado y aplicar el cognomento “Diplomático”: “alguien
que enmascara u oculta la intencionalidad de lo que dice”, porque siempre han
salido gananciosos en todas sus reclamaciones territoriales en contra de
nuestro patria, cosa bastante advertida en toda la obra, de obligada consulta,
del Dr. Pedro José Lara Peña y otros insignes venezolanos; y además en los más
recientes asuntos de índole meramente mercantil e intercambios desiguales, con
nuestro gobierno Bolivariano.
No olvidemos
que el presidente Hugo Chávez, con amorosas intenciones hacia el, muy suyo, querido
y admirado pueblo colombiano, en procura de la paz y las más sanas relaciones,
fue vilmente burlado y traicionado por el Dr Varito, Alvaro Uribe Vélez, hasta
el punto de intentar asesinarlo —operación Daktari—, y además, según posterior
confesión pública suya, desde el ataque a Ecuador, en 2008, por su no tan santo
ministro de defensa que después le reemplazaría en el Palacio de Narquiño, impertérrito,
declaró: “¡me faltó tiempo… para una
operación militar en Venezuela!”, por supuesto tarea que también,
seguramente, habría sido encomendada al arcángel Juan Manuel, tan obediente de
las leyes...
Todo esto
en la más pura tradición santandereana; así como lo ha sido obviar, de manera
cínica, el gran problema que generan, hacia su propio pueblo y hacia nuestra
patria, el desplazamiento de millones de humildes trabajadores colombianos,
conculcándoles sus más elementales derechos humanos, en medio de tantos falsos
positivos, con su política terrorista del llamado Plan Colombia, monitoreada
por el comando Sur de los EEUU y la IV Flota, desarrollada por su ejército
regular y paramilitar al alimón, en la supuesta lucha contra la guerrilla y el
narcotráfico; tal es el caso de las persistentes arremetidas contra los
campesinos del Catatumbo, hoy en sus justas luchas reivindicativas por la propiedad
de la tierra, precisamente para torpedear los diálogos de paz con la FARC llevados
actualmente en la Habana, luego de 60 años sin tregua y traición permanentes.
Sinceramente,
de continuar su impronta y es lo más probable, el diálogo con tal canalla
diplomática, si es que tiene que hacerse —incluido pañuelo en la nariz—
querrámoslo o no, jamás será con el honrado pueblo colombiano, sino contra otro
modelo político y antagónico a nuestra economía, será con el lobby político
firmante del TLC con EEUU y el de la implantación de las siete bases militares
(de factura made in USA, también); será con los que representan sibilinamente
los intereses de los narco-empresarios maulas que siembran de droga nuestras
ciudades, arruinando nuestra juventud y corrompiendo el alma de nuestras más
sagradas instituciones; será con el binomio terratenientes-paramilitares, confabulados
agentes de la diáspora colombiana; será con la clase comerciante más voraz de
nuestro continente, capaz de entregar y vender su patria y alma al diablo, en
desmedro de sus vecinos y los suyos propios, acciones ampliamente reseñadas en
su oscura historia, como fue la separación del istmo, para negociar
directamente con el imperio norteamericano la construcción del canal de Panamá,
y finalmente, tal diálogo hasta ahora, siempre será con esa misma clase
política que intentó asesinar a nuestro Libertador Simón Bolívar, que lo hizo
con Sucre en Berruecos, con el general Uribe Uribe, con Jorge Eliécer Gaitán,
con Guadalupe Salcedo, con Camilo Torres, con los mártires de la Unión
Patriótica, con Raúl Reyes y tantos valeroso guerrilleros caídos en combate al
igual que miles y miles de colombianos como los hallados en la fosa de La
Macarena…; de todo lo anterior, nada nos sorprenda, el conde Drácula,
perfectamente, podría ser el canciller de la rancia diplomacia de la oligarquía
colombiana.
Tal
panorama desolador para nada indica que los sueños libertarios, por los cuales combatieron y
ofrendaron sus vidas Antonio Ricaurte y Atanasio Girardot, hayan claudicado, precisamente,
a 230 años del nacimiento de nuestro padre común, el Libertador Simón Bolívar, hoy
están más vigentes que nunca, al lado de las luchas populares y los movimientos
progresistas silenciados por CÑM, CARACOL, RCN, GLOBOTERROR y VENOVISION. Ambas
gestas, heroicas y cotidianas, perviven en la memoria de los pueblos
Bolivarianos de la Patria Grande, no estamos solos ni aislados, nuestro enemigo
común es el mismo imperialismo de siempre y hay que derrotarlo, siguiendo el
ejemplo de nuestros grandes líderes: Martí, Fidel , el Che y Hugo Chávez Frías,
a quienes los sueños del Libertador convocan en la arenga de Domingo
Choquehuanca: “Con los siglos crecerá vuestra gloria como crece la sombra
cuando el sol declina".
En su
última proclama del 10 de diciembre de 1830, en Santa Marta, recordemos lo
significativo de esa visión amorosa y compasiva, atribuible a cada
revolucionario, según el Che, y encarnada en cada gesto de la vida del
Libertador:
“Mis enemigos abusaron de vuestra credulidad y
hollaron lo que me es más sagrado, mi reputación y mi amor a la libertad. / “He
sido víctima de mis perseguidores, que me han conducido a las puertas del
sepulcro. Yo los perdono”.
José
Martí, Bolivariano irredomable, de ese mismo espíritu de los grandes majaderos
de la historia, en adversas circunstancias, en el prólogo al Ismaelillo,
hermoso libro concebido en Venezuela, con emparentada resonancia, escribió lo
siguiente:
Hijo: Espantado de todo me refugio en tí. Tengo fe en el mejoramiento humano, en
la vida futura, en la utilidad de la virtud, y en ti.
De este
modo, en compromiso admirable con su propia conciencia, con su alma y con la
historia plasmada en los versos de Choquehuanca, cuando todos —incluyendo a la
veleidosa fortuna— le abandonan, sin ningún rictus de amargura, aún puede decir:
¡Colombianos!
Mis últimos votos son por la felicidad de la patria. Si mi muerte contribuye
para que cesen los partidos y se consolide la Unión, yo bajaré tranquilo al
sepulcro.
¡Colombianos!
¡La historia continúa!
fredy.araque@gmail.com