El Libertario
A las 11 de la noche del 14 de
abril, el Consejo Nacional Electoral (CNE) dio los resultados de las elecciones
presidenciales 2013, dando la victoria a Nicolás Maduro con 7.505.338 votos, el
50,66% del total de votos, sobre su principal contrincante Henrique
Capriles, quien obtuvo 7.270.403 votos, el 49,07% de los sufragios.
Si bien Nicolás Maduro es electo para un período presidencial de 6 años, la
cifra de votos a su favor deterioran su autoridad dentro del movimiento
bolivariano e inauguran el período de declive de la hegemonía política del
movimiento bolivariano en el poder.
Maduro había prometido durante su campaña que sumaría 10 millones de votos. No sólo lo alcanzado ha estado por debajo de esa cifra, sino que a duras penas, utilizando todos los recursos del Estado a su favor y manipulando para sí el duelo de la base bolivariana ante la muerte de Hugo Chávez, ha podido mantener un estrecho margen de 235 mil votos, dilapidando el más de millón y medio de diferencia que la opción oficialista había alcanzado contra el mismo candidato 5 meses atrás. De esta manera 685 mil personas que habían votado por Chávez en octubre pasado se negaron a votar por Maduro en esta contienda. En contraste, el candidato opositor creció casi en la misma cifra perdida por su contendor, sumando 679 mil nuevos electores y electoras a su favor. Matemáticamente el oficialismo perdió desde el 7-O la cantidad de 3 mil 628 votos diarios, mientras Capriles ganó 3 mil 590 sufragios al día. Mecánicamente esto pondría a la coalición no bolivariana con la primera opción de triunfo en unas próximas elecciones de carácter nacional.
Los resultados significan una terrible derrota política para Nicolás Maduro, quien reincidiendo en las torpezas y soberbias que caracterizaron su campaña electoral, aseguró durante sel discurso tras la divulgación de los resultados que había vencido por una "mayoría aplastante" (?) y aseguró que Capriles lo había llamado telefónicamente para plantearle un pacto, cosa que fue desmentida inmediatamente por el abanderado del Comando Simón Bolívar, quien no reconoció la derrota y exigió un reconteo del 100% de los sufragios.
El desmoronamiento catalizará los conflictos al interior del movimiento bolivariano y disminuye el circunstancial liderazgo de Nicolás Maduro, quien fue seleccionado candidato por orden expresa de Hugo Chávez. Ante esta debilidad es previsible que las riendas del gobierno sean llevadas por el sector empresarial y militar representado por Diosdado Cabello.
Maduro había prometido durante su campaña que sumaría 10 millones de votos. No sólo lo alcanzado ha estado por debajo de esa cifra, sino que a duras penas, utilizando todos los recursos del Estado a su favor y manipulando para sí el duelo de la base bolivariana ante la muerte de Hugo Chávez, ha podido mantener un estrecho margen de 235 mil votos, dilapidando el más de millón y medio de diferencia que la opción oficialista había alcanzado contra el mismo candidato 5 meses atrás. De esta manera 685 mil personas que habían votado por Chávez en octubre pasado se negaron a votar por Maduro en esta contienda. En contraste, el candidato opositor creció casi en la misma cifra perdida por su contendor, sumando 679 mil nuevos electores y electoras a su favor. Matemáticamente el oficialismo perdió desde el 7-O la cantidad de 3 mil 628 votos diarios, mientras Capriles ganó 3 mil 590 sufragios al día. Mecánicamente esto pondría a la coalición no bolivariana con la primera opción de triunfo en unas próximas elecciones de carácter nacional.
Los resultados significan una terrible derrota política para Nicolás Maduro, quien reincidiendo en las torpezas y soberbias que caracterizaron su campaña electoral, aseguró durante sel discurso tras la divulgación de los resultados que había vencido por una "mayoría aplastante" (?) y aseguró que Capriles lo había llamado telefónicamente para plantearle un pacto, cosa que fue desmentida inmediatamente por el abanderado del Comando Simón Bolívar, quien no reconoció la derrota y exigió un reconteo del 100% de los sufragios.
El desmoronamiento catalizará los conflictos al interior del movimiento bolivariano y disminuye el circunstancial liderazgo de Nicolás Maduro, quien fue seleccionado candidato por orden expresa de Hugo Chávez. Ante esta debilidad es previsible que las riendas del gobierno sean llevadas por el sector empresarial y militar representado por Diosdado Cabello.