Juan Mogollón F.
El 14 septiembre
de 2013, se cumplen 36 años del paro cívico nacional, convocado por las
centrales obreras CTC, UTC, CGT y CSTC. En Bogotá se escenificó una de las
jornadas más violentas de la historia reciente de Colombia, como consecuencia
de la represión y la militarización total de las grandes capitales de los
departamentos de Colombia, que impuso el presidente liberal Alfonso López
Michelsen.
La
asfixiante situación económica por la
que atravesaban los trabajadores colombianos; el alto número de desempleados,
fue el catalizador para la unidad de acción del movimiento sindical
neogranadino, a pesar de las diferencias ideológicas y políticas que por
lustros le separaban.
Aumento de sueldos
y salarios en un 50%; reducción de la jornada laboral; control de precios,
creación de puestos de trabajo, establecimiento de puestos de abastecimiento de
productos agrícolas, fueron entre otras las consignas enarboladas por el
movimiento sindical colombiano.
Cerca de 33
muertos, centenares de lesionados y heridos fue el saldo de esta memorable
jornada de protesta. Miles de detenidos fueron a parar a la plaza de Toros de
la Santamaría, convertida en la mayor cárcel de Colombia en esa época.
A finales de los
80s, los ganaderos –Fedegan- agroindustriales y latifundistas fueron muy
generosos en la financiación del proyecto paramilitar. Las multinacionales
Chiquita Brand, Coca-Cola, y Drumond, contribuyeron con sumas millonarias en el
proyecto paramilitar. Cerca de 500 dirigentes sindicales fueron asesinados en
esa ola represiva contra los luchadores sociales colombianos.
Desde 1980 por la
acción de los gobiernos liberal-conservador se perpetró el genocidio de la UNIÓN PATRIÓTICA, siendo asesinados cerca de 5.000 militantes de la U.P, del Partido
Comunista colombiano, sindicalistas y
luchadores sociales del campo y la ciudad.
Desde el 18 de
agosto de 2013, los campesinos, afro descendientes y pueblos originarios han
protagonizado una protesta que ha abarcado gran parte de la geografía nacional.
Paperos, cebolleros, pequeños mineros, caficultores, cañicultores, pequeños
transportadores, arroceros, productores de verduras y frutas, pequeños
ganaderos y lecheros han coordinado y paralizado vías y aeropuertos a nivel
nacional.
Al igual que el
14 de septiembre de 1977, el guión de la oligarquía es el mismo: oídos sordos
ante la justa demanda de los protestantes; muertos, heridos y judicialización
de la protesta. Ejército y Policía Nacional ha actuado con saña. Ancianos,
mujeres y adolescentes han recibido la descarga represiva incluso hasta en sus
propios hogares.
Los protestantes
colombianos exigen el fin de los nefastos TLC. Rebaja de los combustibles e
insumos para los productores del campo, educación, salud, vías, créditos
oportunos y rebaja en los mismos, entre otras reivindicaciones.
El señor Juan
Manuel Santos al igual que sus predecesores en la presidencia de la república,
aplacan la protesta ora con violencia, ora con promesas. Los protestantes con
una sola voz exigen soluciones puntuales ante la magnitud y la profundidad de
la crisis que agobia a los trabajadores del campo. LA SOLIDARIDAD es la tarea
vital de las redes sociales, movimientos sociales clasistas y medios
comunitarios y alternativos en esta gesta heroica que hoy libran los campesinos
colombianos