JM. Rodríguez
El origen de esa exclamación (claro, sin
comunas) habla del enojo de Jesús con Pedro por dudar del plan de dios de
utilizar el martirio de la cruz para salvar la humanidad. Los cuentos de la fe
frecuentemente son así. Supongo que será por ese espíritu tortuoso, inculcado
por la religión, que la gente atribuye propiedades malignas a las cosas que
rechaza.
Hay gente en el alto gobierno y, también, en
“Un grano de maíz”, que les pasa eso con las comunas. Unos las amarran
otros las apedrean. Los del “grano” lo hicieron hace días, cuando la
etiquetaron como contrabando ideológico.
Ya antes, les había oído decir que no pueden
ser comparadas con la Comuna de París pues ella era un Estado y estas otras, su
fragmentación. Craso error. La Comuna de París no era un Estado, eso los
separaba del resto de Francia, era el control de la capital por el poder
popular.
Deberían leer a Marx en “La guerra civil en
Francia”: el régimen de la Comuna se ha tomado erróneamente por
un intento de fraccionar en una federación de pequeños Estados… (ella) colocaba
a los productores del campo bajo la dirección ideológica de las capitales de
sus distritos…
Y le preguntaba a todos: ¿Qué es la
Comuna, esa esfinge que tanto atormenta los espíritus burgueses? En
nuestro país, la veo como un estadio superior a las comunas barriales.
Administrando cada ciudad y el territorio que le da sustento. La veo como el
gobierno de los ciudadanos, que son trabajadores con el control de los medios
de producción. La veo al frente de todas las ejecutorias, incluyendo
la económica.
La veo, no destruyendo la unidad nacional ni
fragmentando al Estado, sino sustituyendo progresivamente, con sus propios
delegados, a los funcionarios que lo conforman y limitando sus funciones a: planificar,
asignar recursos extraordinarios y establecer responsabilidades, cuidar
celosamente su cumplimiento y velar por la seguridad de la República. Veo
800 ciudades comunales, un sólo Estado y sin guerra civil.