Por:
Inti Rodríguez
“Por eso su derrota se liga con la tierra y germina y
renace en banderas y sueños que llamean en promesas alegremente cumplidas en
árboles y furias y guitarras y abrazos”
Mario
Benedetti
Despertaron
al toque de diana. Se pusieron los uniformes y calzaron sus botas. Bebieron
café y tal vez hasta fumaron un cigarrillo. Cogieron sus fusiles repletos de
pólvora y emprendieron la marcha.
Quizás el
miedo y las dudas les hacían compañía. Quizás por sus mentes pasaba la idea de
enfrentar a un enemigo feroz, armado hasta los dientes. Quizás pensaron en sus
esposas e hijos. Quizás creyeron defender su patria, su bandera, su himno.
Quizás creyeron en la “verdad” de los cuarteles. En la “verdad” de las balas y
las ametralladoras.
El 29 de octubre de 1988, quedó para siempre grabado en
nuestra memoria.
Para los
habitantes de El Amparo, el olvido es imposible.
Allí, en
ese pequeño poblado, donde la patria y sus símbolos parecieran no acordarse de
la gente. Donde el abandono y la pobreza llevan años instaladas. La rutina
cuartelaria tropezó con la rutina de 16 padres, esposos e hijos.
“LOS
COMANDOS NUNCA MUEREN”
El Comando
Específico José Antonio Páez (CEJAP) fue creado en el año 1987 para combatir la
insurgencia armada colombiana. Sus integrantes eran efectivos provenientes de
la DISIP –actual SEBIN-, Guardia Nacional, PTJ –actual CICPC- Ejercito y Armada
Nacional. Su escogencia, surgió de un riguroso proceso de selección, entre las
distintas fuerzas especiales existentes en las distintas fuerzas que lo
componían.
Pero las
cosas no resultaron como lo esperaban.
En El Caño
La Colorada no los esperaban guerrilleros, mucho menos el enemigo feroz que tal
vez habitó en las pesadillas de los hombres que aquel 29 de octubre se
levantaron al toque de diana.
En El Caño
La Colorada, a orillas del Río Arauca, compartiendo una sopa, 16 campesinos
tropezaron su rutina con la rutina de la muerte. Por un instante se
convirtieron en traidores, enemigos, insurgentes.
Lamentablemente,
ese instante le costó la vida a 14 de ellos.
Sólo dos
sobrevivieron y contaron la historia que hoy forma parte de nuestra
irreductible indignación.
24 años
después de la masacre, el CEJAP ha dejado de existir. Pero una de sus
tristemente célebres consignas sigue viva: “los comandos nunca mueren”.
¿Será por esa razón que hoy, uno de los acusados directos de
la matanza, el para entonces Capitán de Navío Ramón Rodríguez Chacín, es el
actual candidato a gobernador por el Estado Guárico en las próximas elecciones
regionales del 16 de diciembre, representando al partido oficialista?
EL RETO
Alberto
Arvelo Torrealba, autor de el reto de Florentino y el diablo, escribió en una
de las últimas estrofas de su épica y hermosa batalla entre el bien y el mal,
lo siguiente: “al diablo lo cogió el día queriéndome atropellar…”
Yo no creo
en el diablo y mucho menos en dios. Pero estoy totalmente seguro que quienes
vivieron la masacre de El Amparo sí creen en un dios. Ellos rezan a su dios
pidiendo justicia, pidiendo que no los olviden, pidiéndole a su dios que cambie
de nombre, y que se convierta en uno más de ellos. Que se ponga en sus zapatos.
Hoy, 24 años después de la masacre, me gustaría estrechar la
mano de José Indalecio, José Araujo, Julio Ceballos, Carlos Eregua, Arin
Maldonado, Moisés Blanco, Luis Berríos, Emeterio Vivas, Rafael Moreno, Pedro
Mosqueda, José Torrealba, José Puerta, José Torrealba y Justo Mercado.
Me gustaría
decirles que son un ejemplo. Que por fin hubo una vez en que las víctimas
atemorizaron a sus asesinos. Que quienes llenaron sus fusiles de pólvora,
tuvieron miedo de unos pescadores pobres.
Seguramente
reirían.
El reto, es
no olvidar a estos 14 hombres, a sus familias. A quienes la patria y sus
símbolos parecieran no recordar. El reto es insistir, día a día en el reclamo
de justicia, en el castigo a los culpables. El reto es que vivan día a día en
nuestra memoria. Que nunca más suceda.
El reto, es
lograr que nunca más suene la diana que ordenó la muerte de nuestro pueblo.